Xili Fernández regresó en enero a su Caracas natal para trabajar como coordinadora del proyecto Médicos Sin Fronteras (MSF) de atención a víctimas de violencia urbana y violencia sexual en diferentes barrios. La situación es grave, ha colapsado el sistema y hay gente desmoralizada, dice Fernández, quien es parte de MSF desde 2012.

Pregunta: Después de 16 años fuera de Venezuela, ¿cómo ve la situación en Caracas?

Respuesta: Entonces, en 2003, se veía el inicio de la crisis y la polarización, pero ahora es, por supuesto, mucho mayor. Y aunque lo sabes, no te esperas ver semejante colapso del sistema, la situación en el sistema de salud, la gente desmoralizada, la crisis económica tan profunda.

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P:¿Qué trabajo realizan?

R: Trabajamos desde 2015 y tenemos seis puntos de atención en barrios de los municipios de Libertador y Sucre. Nuestros proyectos en los barrios, donde se producen muchos hechos violentos en la calle y con presencia de grupos criminales, están centrados en atender a víctimas de violencia urbana y violencia sexual, con asistencia médica y psicológica. Operamos desde diferentes centros de salud y centros comunitarios... Hemos iniciado, asimismo, una colaboración con el Ministerio de Salud y el Hospital Vargas de Caracas, el Hospital Pérez de León y el Hospital Materno Infantil del Este en Petare. Permanecemos alerta en caso de emergencias o protestas.

El dolor es enorme. Para los que se quedan y para los que se van, el sentimiento de culpa es enorme. Todo eso tiene una implicación en la salud mental: hay más ansiedad y más depresión”, Xili Fernández, coordinadora del proyecto Médicos Sin Fronteras (MSF)

P:¿Cuáles son las dificultades en llegar a pacientes que han sobrevivido a una agresión sexual?

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R: Hemos atendido a 233 sobrevivientes de violencia sexual en 2019 y hemos ofrecido más de 2000 consultas en salud mental, colaboramos con formación a las autoridades involucradas y comienzan a entender que una agresión sexual es una urgencia. Vemos un aumento de nuestras cifras en violencia sexual. La colaboración con asociaciones locales y comunitarias, o con la policía científica o la forense, son muy importantes para la atención urgente, pero también para evitar que haya una nueva victimización de la afectada, que no se le haga revivir el episodio en diferentes interrogatorios, o que no se hagan preguntas o comentarios del estilo “¿qué llevabas puesto?” o “es que no se puede ir por ahí”.
El último año ha sido muy duro, con protestas, apagones, cortes de agua y teléfono. Demasiadas presiones diarias para que una agresión sexual –que, como la violencia urbana, puede llegar a ser normalizada– sea prioritaria frente a necesidades básicas y urgentes como la de obtener agua o comida.

P: ¿Cuál es la situación en los hospitales?

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R: Para los casos más agudos, existe únicamente un hospital público para pacientes psiquiátricos. Las condiciones en muchos hospitales son complicadas, se hace difícil que cubran emergencias, algunos no pueden operar, se cierran alas y servicios. Hay una rotación de personal de los servicios públicos a los privados y el éxodo ha afectado a profesionales sanitarios que han salido del país y los que siguen ahora son gente más joven, con necesidad de experiencia o especialización. Ahí también pretendemos llegar, con formación y con el cuidado de la salud mental de los cuidadores, para cuidar al cuidador.

Con el tiempo nos van llegando cada vez casos más complejos por la violencia, que requieren tratamiento psiquiátrico. Y a medida que la crisis se profundiza, los problemas de salud mental se agravan”, Xili Fernández, coordinadora del proyecto Médicos Sin Fronteras (MSF)

P: ¿Cómo ha variado la situación en la población?

R: La gente se siente abandonada. Hay mucho cansancio y desmoralización, porque la crisis está siendo muy larga y afecta más a los más vulnerables, y la sensación es que han sido abandonados. Y más gente saliendo del país, también, fruto de ese sentimiento, de ese desamparo y desesperanza y de las dificultades diarias. Esto se visibilizó mucho más tras los apagones eléctricos de marzo, la gente se sintió muy sola y tanta gente saliendo del país profundiza ese sentimiento de soledad. Hay que tener en cuenta que Venezuela no era un país de migrantes. El dolor es enorme. Para los que se quedan y para los que se van, el sentimiento de culpa es enorme. Todo eso tiene una implicación en la salud mental: hay más ansiedad y más depresión.

P: ¿Es difícil para MSF trabajar en un entorno tan dividido políticamente?

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R: Llegar a la gente en un contexto tan polarizado es difícil. La manipulación de la ayuda humanitaria ha hecho mucho daño, porque dicha utilización hace que la gente sea más escéptica frente a conceptos como la neutralidad o la imparcialidad o la independencia, que crea que hay organizaciones que vienen a ayudar de forma solidaria, sin esperar nada a cambio y no apoyando la agenda de unos u otros. (I)