28 de mayo de 1974: un grupo de hombres armados invade mi departamento. Comienzan a revolver cajones y clósets –no sé qué están buscando, yo solo soy un compositor de rock. Uno de ellos, más amable, me pide que los acompañe “solamente para aclarar algunas cosas”. El vecino ve todo esto y le avisa a mi familia, que se llena de desesperación. Todo el mundo sabía lo que Brasil estaba viviendo en ese momento, aunque no se publicara nada en los periódicos.