La explosión de una bomba casi acaba con la vida de Hanaa, una niña de 8 años que quedó discapacitada. Ahora se moviliza en una silla de ruedas, poco a poco ha perdido el miedo y va a una escuela en Alepo, una de las ciudades más golpeadas tras 8 años de guerra en Siria.

Ahmad, tiene 12 años, vivió en Homs, otra de las ciudades sirias que viven lo peor del conflicto. Después de años de varios desplazamientos, ahora vive en un campamento para refugiados en el desierto. Lo más duro es el invierno, dice.

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Sus historias son parte de la tragedia que viven millones de niños sirios por una guerra que comenzó por la salida del presidente Bashar al Asad el 11 de marzo de 2011 y que con el paso de los años ha derivado en una diversidad de enfrentamientos violentos sin fin.

Las cifras hablan de estos 8 años de tragedia. La ONG Observatorio Sirio de los Derechos Humanos, contabiliza la muerte de 371.222 personas desde el inicio de la revolución siria hasta el 15 de marzo de este año. De ellos, las víctimas civiles son 112.623, incluyendo 21.065 niños menores de 18 años y 13.173 mujeres mayores de 18 años.

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Otras muertes incluyen a 64.477 combatientes sirios de filas rebeldes y las Fuerzas Democráticas de Siria y otras facciones, movimientos y organizaciones. Más de 1,5 millones de personas han quedado afectadas por discapacidades.

Parte de la tragedia son también los desplazados. Según Unicef (Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia), hay 6,2 millones de niños y sus familias desplazadas dentro de Siria y 5,7 millones viven como refugiados en países vecinos.

Alrededor de 2,8 millones de niños no pueden ir a la escuela. Uno de cada 3 centros educativos está destruido, dañado o se utiliza como refugio. Muchos niños que son parte de los desplazados internos padecen diarrea, vómitos, por vivir en condiciones insalubres.

Violentos combates de junio del 2018 en Dera’a, en el sudoeste de Siria, obligaron al desplazamiento de unas 270.000 personas. De estas, unas 60.000 huyeron al cruce fronterizo Nasib-Jaber, entre Siria y Jordania, donde viven en condiciones humanitarias extremas y en tierra de nadie, refiere la Unicef.

El año 2018 es el año más mortífero, con 1.106 niños que murieron por la violencia.

Los que sobreviven lo hacen con profundas cicatrices, tanto físicas como psicológicas, y están perdiendo su infancia, refiere el organismo.

El conflicto armado ya entra en su noveno año con la mitad de las instalaciones sanitarias del país no operativas.

Aunque la guerra no ha terminado, las destrucciones se estiman en 400.000 millones de dólares. La reconstrucción es incierta porque una tercera parte del territorio todavía no está bajo control del gobierno de Al Asad.

Al enorme desempleo, los cortes de electricidad y la escasez de gas se suma el hecho de que la gran mayoría de los sirios viven por debajo del umbral de pobreza, según la ONU.

La ONG Médicos del Mundo (MDM) denuncia que la situación sanitaria y humanitaria en Siria ha alcanzado en 8 años de guerra “niveles insostenibles”.

Después de ocho años de un conflicto terrible, creímos que habíamos visto lo peor, pero con el paso de los años, la situación se ha vuelto cada vez más alarmante. La relegación de este tema a un segundo plano en los medios de comunicación no debería hacernos olvidar la tragedia en curso”, Philippe de Botton, presidente de MDM

La organización recuerda que dos tercios de los trabajadores sanitarios se han ido del país. “¿Cómo podemos aceptar que Siria es el país más peligroso para los trabajadores de la salud, con 102 muertos en 2018? pregunta Philippe de Botton, presidente de MDM, publica la agencia AFP.

“Actualmente, el 70% de los ataques contra los trabajadores de la salud en todo el mundo tienen lugar en Siria”, dice.  (I)