Una tarde de noviembre de 1948, en un café cerca de Notre Dame de París, un grupo de artistas se juntó para empezar una revolución. Buscaban dejar atrás la destrucción de la guerra. Pretendían crear un nuevo arte.

El grupo se llamó Cobra. Inspirados en Klee, Miró, Masson, querían crear una nueva sociedad utópica, construida en la espontaneidad, la colaboración y el libre pensamiento.

Como ellos, y por años, los hombres hemos buscado el sentido (de la vida) en el arte, la ciencia, la teología o la filosofía. Pero “al reducirse nuestra fe en las ideologías tradicionales, nos dirigimos hacia la fuente en la que todavía creemos: el arte de contar historias”. Así lo dijo McKee en El guion.

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Hoy buscamos significado en el storytelling. Construimos propósitos con historias. No me refiero a los story de Facebook ni Instagram. La música y las artes visuales construyen el ambiente. Pero son las historias las que civilizan, para bien o para mal. Porque no hay historias neutrales.

Para cambiar lo que alguien piensa sobre algo –una ideología, una marca, una idea– debemos modificar lo que él o ella siente al respecto.

¿Cómo hacerlo? Cuando oímos una historia se activan en el cerebro las mismas áreas como si experimentásemos lo narrado. Empezamos a vivir la narración. Empezamos a relacionar sensaciones y emociones transmitidas por la historia con las vividas por nosotros.

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Recibimos un promedio de 11 millones de estímulos sensoriales cada segundo. Imagine usted que esos estímulos son data. Información sobre un “qué”. Nuestra mente solo registrará 40. ¿Cómo hacer que su marca esté entre esos estímulos registrados? ¿Cómo llegar efectivamente a sus clientes si ellos son indiferentes a promesas anacrónicas de publicidad y marketing?

Seth Godin dice que “…ya no se trata de lo que usted vende. Se trata de las historias que cuenta”.

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También sabemos que la mente desarrolló mecanismos para identificar qué data guardar, con base en los “por qué” y los “cómo” de los cambios en esa data.

Son las historias las que juntan los reinos objetivo de la data y subjetivo de las motivaciones y deseos. Ni ciencia ni religión ni arte. Storytelling.

Cobra –el grupo de poetas y artistas plásticos– solo funcionó tres años. Pero creó un nuevo ideal de belleza. ¿Por qué desapareció tan pronto? Esa es otra historia. (O)