Luego de cruentas protestas, el presidente de Sudán, Omar al-Bashir, declaró el viernes el estado de emergencia durante un año, disolvió el gobierno federal y sustituyó a todos los gobernadores estatales con altos oficiales del ejército.

Al-Bashir —que tomó el poder mediante un golpe en 1989— dijo además que aplazará su intención de impulsar cambios constitucionales que le permitirían buscar un tercer mandato.

El régimen de Al-Bashir, que enfrenta cargos de genocidio, ha registrado guerras civiles y manifestaciones callejeras. La fuerte represión de las fuerzas de seguridad ha derivado en la muerte de decenas de manifestantes. A menos 57 personas han perdido la vida desde diciembre.

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“Nuestro país atraviesa una fase difícil y complicada”, declaró Al-Bashir en un discurso transmitido en vivo desde el palacio presidencial en Jartum. “Saldremos de ella más fuertes y más unidos y determinados”.

En una concesión fuera de lo habitual, Al-Bashir describió como “legítimas” las demandas de los inconformes, pero señaló que se ha intentado aprovechar las protestas de los jóvenes “para llevar al país hacia lo desconocido”.

El estado de emergencia dará vía libre a las fuerzas de seguridad para reprimir las protestas y efectuar detenciones, e impone mayores restricciones a la prensa y los partidos de oposición.

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Los anuncios causaron de inmediato manifestaciones callejeras en las que los participantes exigieron la renuncia de Al-Bashir. Testigos dijeron que policías antidisturbios dispararon gas lacrimógeno y arrestaron a varios manifestantes.

Sudán es escenario de protestas a nivel nacional desde el 19 de diciembre. Las movilizaciones fueron provocadas por alzas en los precios y escasez, pero rápidamente se convirtieron en exigencias de que Al-Bashir renuncie.

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Al-Bashir, cuyo mandato concluye en 2020, ha reiterado durante años su promesa de no buscar de nuevo la presidencia. (I)