Hace dos o tres millones de años el cerebro de los bípedos crecía un milímetro cada 3.000 años. Con el paso del tiempo, luego de muchas mutaciones, este cerebro en los homínidos ya tenía un litro de masa. Imaginen billones de células interconectadas. Un sistema tan complejo que en un momento tuvo un destello. Un soplo. Una inspiración. Y pensó: “yo soy”.

La conciencia del yo, en ese instante, debió aterrar al primer humano.

Antes de ese primer pensamiento de “yo soy”, imagino a los protohumanos viviendo desconectados de la noción de tiempo-espacio. Solo estaban. Con sus instintos primarios. Pero luego descubrieron que podían recordar experiencias pasadas y proyectar situaciones futuras. Y pensó: “Parece que las cosas no son como parecen”.

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Entonces lo que no podía justificar la ciencia lo empezó a explicar la religión. E imagino a la mente humana viviendo un caos. Platón divide la realidad en dos ámbitos. Shakespeare hace cuestionarse el ser a Hamlet. Freud y Hegel hablan de la ilusión del porvenir. Marx de lucha de clases. Y su mente decide escoger de aquí y allá para crear su propia narrativa y explicar su propia existencia.

Porque son las historias las que nos ayudan a sobrevivir la incertidumbre.

Como dice David Buss –citado por Robert McKee & Thomas Gerace en Storynomics–, crear historias es un mecanismo psicológico evolucionado, “una serie de procedimientos designados a tomar un pedazo de información y transformarla en opciones que históricamente han ayudado a solucionar un problema de adaptación”.

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Durante el día recibimos millones de estímulos sensoriales. Llamémoslo data. A nivel subconsciente, la mente escogerá los relevantes y descartará los irrelevantes. Su mente va a guardar solo el 1%. ¿Cuál data es ese 1%?

¿Qué nos llama la atención?

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Todo cambio de estado en nuestra escala de valores es un llamado de atención. Escala binaria, por cierto. Bueno/malo, cierto/falso, amor/odio. Un cambio en el balance de una escala genera una (digamos) alarma. Entonces la mente tomará la información, construirá una narrativa causal y la archivará. ¿Un ejemplo reduccionista? Olvidar flores para tu pareja el 14 de febrero = malo... por lo tanto, no repetirlo.

Esta condición humana, incierta, se sobrelleva con historias. Porque nos unen. Porque cierran el espacio entre “yo” y el universo. Porque construyen significados. (O)