Riochico es una tierra cálida, con pequeñas lomas y con el paso del río Chico que baña sus riberas verdes y frondosas. Pero no solo por sus bellezas naturales es conocido Riochico.

Aquí, en esta pequeña parroquia rural de Portoviejo, en Manabí, nacieron reconocidos galenos que han sobresalido en Ecuador como Miguel Hilario Alcívar, Bosco Mendoza y Emilio y Fortunato Navia, estos últimos conocidos en la rama de la Oftalmología.

Además de ellos están otros nombres cuyos rostros no son conocidos, pero que llevan un legado ancestral que todavía sigue vigente en esta localidad y cuyos frutos llegan incluso a otras provincias costeras.

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Aquí en Riochico viven Honesta Alarcón y su hermana Margarita, quienes tejen de manera casi silenciosa, pero con alegría, hamacas de algodón, en un proceso que les puede llevar de ocho a doce días. Esta actividad ancestral la heredaron de sus abuelos paternos y Honesta la desempeña desde que tenía 15 años.

Ahora a sus 70 años, Alarcón aún dedica hasta 8 horas diarias para elaborar estas hamacas que todavía tienen un nicho importante de clientes, principalmente del extranjero. Los interesados en esta labor ancestral todavía llegan a la casa de Honestita –como la conocen en Riochico– para comprar hamacas cuyo costo supera los $ 120, dependiendo de los colores que lleven estos tejidos.

Homero Macías, poblador de Las Chacras, localidad vecina, dice que Honesta Alarcón es quizás una de las últimas habitantes de esta región que teje estas hamacas de hilo.

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“Hace unos 40 años había hasta 10 personas que tejían, ahora ella y una joven de aquí, de Las Chacras, que creo teje pero no con esos detalles y ajustes que hace doña Honestita”, asegura Macías.

Honesta Alarcón cuenta que lo principal para que quede bien hecha la hamaca es la paciencia y el amor. Dice que no es egoísta a la hora de enseñar esta labor, pero resalta que las nuevas generaciones no están dispuestas a comprar y recoger algodón; luego hilarlo, ponerlo en madejas; teñirlo e iniciar un proceso lento. “Ya muy pocos siembran algodón y además las personas prefieren comprar hamacas de otros materiales que no le resisten mucho tiempo. En cambio las que aquí se hacen duran hasta 20 años”, asegura.

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A su hermana Margarita no le gustan las entrevistas, pero demuestra simpatía al escuchar explicar el proceso, mientras que Honesta arreglaba la hamaca de un cliente en la sala de la casa, donde ha adaptado ganchos para ubicar las maderas con las que comienza a telar estas lonas de algodón. (I)