Cuenta la leyenda que Pano y Tena nacieron en dos comunidades de Napo. Siendo jóvenes, él, diestro en el manejo de armas, se encontró con Tena en una jornada de caza. Ella se bañaba en un río. El amor surgió entre ambos y empezaron las citas clandestinas. Así consta en una reseña de la Asociación de Municipalidades Ecuatorianas.

El padre de Tena prohibió los encuentros porque la había comprometido con el hijo de un curaca de las cabeceras del río Misahuallí. Así Pano cayó en un estado de mutismo y depresión, el vigor de su juventud se extinguió rápidamente.

“Los chamanes se reunieron para tomar ayahuasca y estudiar el caso. Uno dijo que un poderoso banco (brujo mayor) de una comarca cercana le había enviado un mortal virote (dardo-maldición). Otro aventuró la posibilidad de que el cuerpo estuviera poseído por un maligno supay (diablo-demonio). Un tercero sostuvo que Pano simplemente estaba enamorado de una bella y esquiva princesa”, fueron los dichos.

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Pano se lanzó al río para terminar con su existencia. Tena, quien sin prisa ni ilusión tejía una ashanga (canasta), fue avisada por un pingullo pishco (ave de mal agüero) del fin de su amado, e hizo lo mismo, pero en otro torrente, cuyo caudal luego se unió al río que acogió el nombre de Pano. Hoy ambos afluentes forman el Tena.(I)