Es considerado por entendidos agrícolas como ‘el rey del banano’ por ser uno de los principales productores, y asumió la Cámara de Agricultura de la Segunda Zona en el 2017. Kléber Sigüenza, de 51 años, cuenta a Diario EL UNIVERSO sus inicios y cómo llegó a ser un referente empresarial.

“Estudiar y emprender”. Son los dos consejos que tomó como exigencias y que conserva de su padre, Alberto Sigüenza (+).

Debido a la ocupación de su padre nació en Durán, pero se declara guayaquileño y azogueño de corazón; y pese a haberse recibido de ingeniero en sistemas en la Universidad Católica de Guayaquil, se considera un hombre del campo; aunque durante cuatro años, entre sus últimos años de estudios y los primeros de profesional, tuvo dos empleos acordes a su carrera, en Price Waterhouse y en Banco del Pacífico.

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Pero ¿un ingeniero en sistemas en el campo? Sonríe y culpa al tiempo que en sus vacaciones del colegio pasaba en los cultivos de su padre; en donde también nació su amor por los caballos y el polo.

No tener un título de agrónomo –pese a que ha hecho cursos y seminarios afines– no fue una barrera. Cree que un ingeniero, sin importar la rama, debe usar el raciocinio en las actividades económicas, aunque reconoce que no es fácil empezar de cero; algo que él y sus hermanos no padecieron.

Después de graduarse su padre le entregó un terreno de 13 hectáreas en La Troncal y un valor para invertir, que al cambio actual serían $ 200.000, para que inicie sus proyectos. Lo mismo hizo con sus otros seis hijos, era su costumbre.

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Ahora es uno de los principales productores de banano del país y, aunque no le gusta hablar de hectáreas ni cifras, reconoce con modestia que es “un jugador importante” en ese sector.

Las mejores 500 empresas del país

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Su empresa Orodelti se ubicó desde el 2011 hasta el 2015 en el ranking de las 500 mejores del país. Pero sus negocios no se limitan al banano, aunque es su principal cultivo. Con sus hermanas Isabel, de 60 años; y Delia de 47; sus socias desde hace 25 y 10 años, respectivamente, han invertido en la industria del plástico, logística, acuacultura, palma, caña, arroz, cacao y en la construcción con su promotora Xima.

“La estrategia es balancear el riesgo teniendo inversiones en distintos sectores, de forma que si uno está malo, el otro está bueno y compensa...”, explica.

Confiesa que nunca está quieto, siempre piensa en nuevas estrategias y retos porque asegura que ‘estancarse es comenzar a morir’. Por eso hace un año asumió el reto de dirigir la Cámara, pues dirigir no era nuevo para él.

Fue presidente de curso en su etapa colegial y titular de la Asociación de Escuela de Ingeniería y vicepresidente de la Federación de Estudiantes de la universidad; y en su etapa productiva siempre presidió gremios de los diferentes cultivos en los que trabajó.

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En los próximos 20 años se ve aportando al bien público sin descuidar el privado. Por lo pronto, inculca a sus hijos: Mateo, de 14 años; Ignacio, de 5; y Alberto, de 3, el legado de su abuelo; prepararse para en un futuro tomar las riendas del negocio, que ahora está en un proceso de protocolo familiar y gobierno corporativo. (I)