En un vuelo por vacaciones con su familia, Samantha Aguilar pidió entrar a la cabina. Tenía 11 años en ese entonces. “Sentí que eso era parte de mí, que debía estar piloteando”, cuenta la joven de 19 años.
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En un vuelo por vacaciones con su familia, Samantha Aguilar pidió entrar a la cabina. Tenía 11 años en ese entonces. “Sentí que eso era parte de mí, que debía estar piloteando”, cuenta la joven de 19 años.
En un vuelo por vacaciones con su familia, Samantha Aguilar pidió entrar a la cabina. Tenía 11 años en ese entonces. “Sentí que eso era parte de mí, que debía estar piloteando”, cuenta la joven de 19 años.
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Es comprensible que se intente aprovechar el efímero tiempo de vida de las alianzas legislativas, pero hay que aceptar que la desesperación es mala consejera.
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