La noche es larga para muchas de las 100 personas que duermen en el albergue habilitado en la iglesia central de San Lorenzo, en Esmeraldas.Los ruidos semejantes a una explosión suponen para algunas la preocupación del momento, otros se preguntan qué les espera el día de mañana sin casa y sin bienes.Leonardo Lorenty, un taxista de 23 años, está boca abajo en una de las camas literas. Gira la cabeza y con un gesto de dolor fija su mirada en la luz que ingresa por una pequeña ventana. Dice que tantas cosas pasan por su cabeza que no sabe en qué exactamente está pensando.Con dificultad, el joven hombre intenta dejar su posición, pero se lo impiden las tres heridas que le dejó la <a href="https://www.eluniverso.com/noticias/2018/01/27/nota/6586792/atentado-cuartel-policial-esmeraldas">explosión del coche bomba que fue activado, la madrugada del sábado 27</a>, justo frente a su casa en el barrio Las Delicias. Lorenty dijo no tener idea de quién causó la explosión.Una pared de bloque y cemento separaba a la camioneta bomba de la humanidad de Leonardo Lorenty; de la de su hijo Neimar, de seis meses, a quien abrazaba; de su esposa, Katy Preciado, de 35 años, y de sus cinco entenados que a las 01:40 dormían en un cuarto de escasos 12 metros cuadrados. Todos despertaron bajo maderas y pedazos de zinc.Lorenty mira a Neimar y piensa una y otra vez en qué habría sucedido si al bebé le habría alcanzado ese pedazo de metal, presumiblemente parte del carro que explotó, que se le incrustó por más de un centímetro en la espalda. En el hospital le habrían dicho que tiene que esperar 15 días para operarlo y así retirar el metal.Al joven taxista también le extrajeron un pequeño pedazo metálico que le produjo un corte en un costado de la espalda. Él mantiene medicación para sobrellevar el dolor que le genera una quemadura.“Lo que me preocupa es dónde vamos a dormir, si mi casa no sirve para nada, y quién va a traer la comida el tiempo que esté en cama con esto en mi espalda. Mi esposa trabaja en la palma, pero ese dinero no es suficiente para los ocho que somos en total en la casa”, lamenta el hombre.El albergue es refugio también de tres hermanas y una prima, todas madres solteras, que hacen parte de la familia Bedoya y Caicedo. Ellas mientras cuidan a sus seis hijos se preguntan quién va a responder por lo que perdieron dentro de la casa que alquilaban y que se vino abajo por la explosión.A las 07:00 se oyen campanadas que anuncian la misa. Isaura Bedoya cierra los ojos, ora, deja rodar las lágrimas mientras mira jugar a Yandri y Justin, sus hijos de 7 y 5 años, respectivamente.<strong>Lea también:</strong> <a href="https://www.eluniverso.com/noticias/2018/01/27/nota/6586942/fiscal-carlos-baca-asumira-investigacion-sobre-atentado-esmeraldas">Fiscal Carlos Baca asumirá investigación sobre atentado en Esmeraldas</a>Isaura se pregunta si las ayudas de las que habla el Gobierno nacional y local (reconstrucción de casas, entrega de un menaje para el hogar, entre otras cosas, van a llegar hasta ellas como arrendatarias y perjudicadas o únicamente a los dueños de las casas.Al menos la dueña de casa donde vivía Isaura, Justin y Yandri, recuerda Bedoya, le habría dicho que ellos no tiene nada que reclamar, pues la casa solo la rentaban. Algo similar habría sucedido con el resto de las hermanas de Isaura y con su prima Oleisa Caicedo.Cómo van a ir a clases los hijos de las hermanas Bedoya, pues los uniformes y los cuadernos quedaron bajo los escombros y ya recibieron toda una noche de lluvia, es otro de los dolores de cabeza. (I)<strong>Apuntes</strong><br /> Alexandra Ocles, secretaria de Gestión de Riesgos, señaló que otras 50 personas que también resultaron afectadas en la explosión en San Lorenzo estarían alojadas en casas de acogida de vecinos, amigos o parientes. Los afectados estarían recibiendo ayuda de la Secretaría de Riesgos y del Ministerio de Inclusión Económica y Social, sostuvo la funcionaria. En el albergue habilitado en la iglesia de San Lorenzo había ayer un total de 26 familias.