En Caracas perdían un día de jornada laboral para comprar productos de sustento diario más económicos en los almacenes con precios regulados por el Estado. Aquello resultaba contradictorio para Ricardo, Ema y Gian Carlos, tres venezolanos que migraron a Guayaquil. Era dejar de ganar dinero para que el sueldo alcance. Y a la larga, no era ni lo uno ni lo otro. Simplemente había que salir, coinciden los extranjeros.