Agoniza el 2017 y hay que incinerarlo. La quema del año viejo es la fiesta del fuego. Una suerte de purificación que se da entre los últimos momentos del 31 de diciembre y los primeros de enero entrante.

¿Qué significa este rito? La destrucción del pasado reciente. Alegrías y pesares representados en un muñeco de tela y aserrín o de papel periódico y pintura, siempre con vísceras de pólvora. Gasolina y un cerillo encendido dan comienzo a la pira. Guayaquil en los últimos minutos del año es un infierno. Pero las campanas de sus iglesias dan rienda suelta a la bienvenida del nuevo año. La ciudad vista desde un cerro es un infierno de hogueras y estallidos. El asunto es quemar el pasado, destruir el mal como en los tiempos de la Santa Inquisición.

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La quema del año viejo tiene su origen en nuestro pasado. Modesto Chávez Franco, en Crónicas del Guayaquil antiguo, cuenta que nuestra ciudad fue azotada por invasiones piráticas, incendios y pestes durante la Colonia. En el siglo XVIII una epidemia de fiebre amarilla azotó la costa ecuatoriana y más cruelmente a Guayaquil. Esta peste mató a unas 4.000 personas de un total de 20.000 habitantes de la provincia del Guayas. Se refiere que el pueblo, como medida sanitaria y deseando liberarse del mal, confeccionó atados con las prendas de vestir y cama de sus parientes fallecidos, para quemarlos en las calles la noche del 31 de diciembre de 1842.

Caretas y monigotes

Agapito González Pérez es un hombre de 69 años con algunas artes y oficios a su haber. Estudió escultura en la Escuela de Bellas Artes y por esas cosas de la vida en San Martín y 6 de Marzo las oficia de hacedor de caretas, además restaura imágenes religiosas.

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“Yo hago mis moldes a base de un lodo purísimo. Lo más difícil de confeccionar son los moldes. Como soy escultor, la tarea es fascinante. Hay que tener mucha chispa para hallar al personaje más notorio del año. malo o bueno. Popular o malquerido, pero que la gente lo quiere llevar al fuego. Esto es un trabajo más artístico que nada”, dice.

El taller Pioneros, de 6 de Marzo y Maldonado, está al mando del legendario José Cruz Vallejo (59). Junto con su hermano Hugo y su sobrina Adriana Bazurto, trabajan rodeados por un puñado de monigotes de cartón secándose al aire libre. “Yo siempre he fabricado caretas y construido años viejos. De mi mano han nacido los Velasco Ibarra, los Juan Pueblo, los Fidel Castro. Hay tantas caretas y muñecos”, manifiesta con sus manos embarradas de engrudo quien ahora junto a otras artesanos desea proponer al alcalde de Guayaquil que la 6 de Marzo sea declarada patrimonio cultural por la existencia en dicha calle de talleres dirigidos por creativos artesanos encargados del diseño y ejecución de caretas y monigotes que son verdaderas piezas de arte en diversos materiales.

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“Esta es una costumbre que no desaparecerá, los modelos y hasta los materiales van cambiando, pero la cuestión es que la gente el 31 quiere quemar a su viejo y eso no se lo quita nadie de la cabeza”.

Costumbre

Y aún existe la costumbre guayaquileña de confeccionar en casa el monigote o año viejo familiar con prendas en desuso y la careta vendrá hecha por las manos de un artesano de la popular 6 de Marzo. Agoniza el 2017 y hay que incinerarlo con rabia. (I)

Detalles
Preparativos

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Papel y moldes
Los artesanos en los primeros meses del año adquieren grandes cantidades de papel periódico, que acumulan en bodegas y rincones. Luego crean los moldes de las caretas con madera, yeso, lodo o cemento. Y así van dándose los pasos de esta tarea artesanal.