Era mayo de 2013, y el jefe ejecutivo de Apple Inc., Tim Cook, estaba enojado. Se sentó ante el Subcomité Permanente de Investigaciones del Senado de Estados Unidos, que había realizado un estudio sobre cómo Apple había evadido decenas de miles de millones de dólares en impuestos, transfiriendo los beneficios hacia subsidiarias irlandesas que el presidente del subcomité denominó "empresas fantasma".