Rellenos dejan secuelas hasta 25 años después

La inyección, en el consultorio de un centro estético del norte de Guayaquil, le dejó primero un punto negro y luego su nariz empezó a palidecer. Al día siguiente, el dolor se hizo intenso por lo que el animador Mario Vélez retornó al sitio donde le habían prometido belleza al instante sin cirugía, tras uno o dos pinchazos y, a un costo módico frente a lo que significaría entrar a un quirófano.Lo hizo al ver una caracha negra que como una quemadura empezó a carcomer el órgano que pretendía mejorar vía canje publicitario. Estaba en desarrollo una necrosis que le fue pudriendo el tejido y los cartílagos de la nariz. “(La inyección) me la puso el 22 de mayo. Era una doctora en medicina general que me dijo que me pondría ácido hialurónico, pero no vi si era. Luego me dijo que los efectos se irían”, dice.Pero no fue así y el resultado final de este caso está por verse tras dos cirugías a las que Vélez se ha sometido, las que implicaron un injerto de piel de su abdomen y cartílagos de la oreja para reconstruir el órgano. El riesgo está en que le quede una nariz cuyo tono contraste con el resto de la piel de su rostro.De haber sido aquella sustancia, según especialistas consultados, se trata de un material biodegradable que los cirujanos plásticos usan con cuidado para recubrir arrugas del rostro con un tiempo limitado de efecto.Las hipótesis de lo que pudo haber ocurrido van desde que si al ser inyectado se comprometió un vaso sanguíneo, que si se colocó superficialmente con la dosis incorrecta, o peor aún, que el material eran los llamados biopolímeros que pueden contener silicona líquida. Aquella que se usa como pegamento, como lubricante, como envoltorio de cápsulas... Esta última sustancia está proscrita por la Sociedad Ecuatoriana de Cirugía Plástica, Reconstructiva y Estética (Secpre), según Marcelo Abad Mosquera, presidente de este gremio en Guayas.En Ecuador, no hay cifras exactas de personas que sufren los efectos de los biopolímeros. Las alarmas llegan por lo general cuando artistas o gente de TV sufre los estragos, como la cantante mexicana Alejandra Guzmán tras un aumento de glúteos, o las secuelas que ha dejado su uso en los rostros de la actriz colombiana Lady Noriega y de la cantante ecuatoriana de tecnocumbia Jazmín.Los casos se quedan sin denunciar como el de Arturo Tamayo, de 28 años, quien pagó $ 1.200 hace ocho años para inyectarse sustancias en la nariz, en la frente, en los glúteos, en las piernas. Los efectos aparecieron hace dos años cuando tuvo una reacción alérgica y un dolor agudo: “Cuando me puse, muchas personas se ponían y no les pasaba nada, pero hace un año murieron dos amigas mías transexuales porque los biopolímeros se le fueron a la sangre y aún así esta práctica sigue”, asegura.El cirujano plástico John Villegas, expresidente de la Secpre, afirma que en el hospital Abel Gilbert, en el suburbio de Guayaquil, atiende unos diez casos anuales de personas que sufren estragos inmediatos, como el de un transexual que llegó este año por emergencias con necropsia. Tras retirar el tejido muerto de los glúteos, el afectado sobrevivió, pero se negó a identificar al gabinete de belleza donde le inyectaron: “En este caso se puso silicona líquida que es muy fácil de conseguir (un litro cuesta $ 1)”.A Abad le preocupa que doctores en medicina general y odontólogos, que se especializan en lo que denominan como medicina estética, estén entre los que aplican estos rellenos.Un estudio publicado en 2008 por el cirujano plástico colombiano Felipe Coiffman –quien analizó 348 casos de personas afectadas por los biopolímeros– da cuenta del efecto que tienen estas sustancias inyectables: “Las reacciones, que afortunadamente no se presentan en todos los pacientes, aparecieron entre las 6 horas y los 25 años del tratamiento y fueron locales (dolor, eritema, pigmentaciones, edemas, fibrosis, queloides, infecciones, fístulas, necrosis de piel, desplazamiento por gravedad, etc.) y generales (fiebre..., aumento de caída del cabello...)”.“Durante este periodo de latencia es cuando el paciente, que se siente contento y satisfecho, recomienda entusiasmado a sus amigos el tratamiento. Viene entonces la repentina fama de quien aplicó la sustancia y el consiguiente aumento de pacientes”, dice el documento.Una de las claves para identificar el uso de sustancias indebidas es el costo de los tratamientos. Por ejemplo, Abad asegura que un centímetro de ácido hialurónico que tenga registro sanitario cuesta desde $ 200 a lo que hay que sumar, dice este especialista, los honorarios del cirujano. “Si en un centro estético le dicen que te pondrán ácido hialurónico y que te va a costar $ 50 o $ 100, es falso, están poniendo otra sustancia”, afirma.Para el caso del aumento de glúteos, el único tratamiento que incluye inyección es la aplicación de la grasa purificada del mismo cuerpo de la persona en base al tratamiento de las células madre o las prótesis mamarias y en las nalgas que se colocan selladas, dice Abad: “No hay que inyectarse ninguna otra cosa más”, agrega.Un mismo criterio tiene Rita Ozaetta, exsecretaria de Secpre, quien considera que solo un cirujano plástico es el que tiene la experticia para implementar los procedimientos invasivos. Para ella, el caso de Vélez puede responder a un desconocimiento del punto y la profundidad exacta donde debió inyectarse: “Hay personas que tras colocarse el llamado bótox quedan con las cejas muy levantadas, en ese caso se ha puesto en un plano no adecuado por lo que neutralizaron un músculo que no debieron tocar”, explica.Lo mismo ocurre con el ácido hialurónico que se reabsorbe en un promedio máximo de un año, dice Ozaetta: “Los problemas se pueden dar incluso con la aplicación de productos con registro sanitario cuando la persona que aplica no está preparada, desconoce los planos y los riesgos, son simples aplicadores”, asegura.Lorena (nombre protegido) es otra de las víctimas silenciosas del uso de sustancias inyectables de forma indebida. A ella la inyectaron hace nueve de los 32 años que tiene en una clínica en Quito: “Yo tenía trasero y quería que se vea como redondito, entonces yo hecha la loca cogí y me puse a los lados, lo mío no fue tanto y era una clínica, pagué con tarjeta de crédito”, dice sobre el aumento de glúteos que le costó, en ese entonces, $ 800.Los cirujanos plásticos a los que ha acudido le han dicho que le colocaron una sustancia que solo se pone en el rostro. En su caso, los estragos empezaron dos años después con el oscurecimiento de la zona donde la inyectaron, afirma Lorena, quien se somete a una resonancia anual para verificar que la sustancia no migre a través del torrente sanguíneo, lo que implicaría una operación inmediata. A más de masajes que le cuestan $ 40 a la semana. (I)

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