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Hablar de las islas Galápagos implica hacer referencia a aspectos de conservación ambiental, investigación, patrimonio natural, turismo… Pero no siempre fue así.

Hace décadas, el archipiélago era visto como un sitio lejano y abandonado, donde llegó a asentarse una colonia penal para delincuentes de Ecuador.

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Se trataba de una cárcel a cielo abierto. Era una colonia penal agrícola que funcionó desde 1946 durante 13 años y que albergó a alrededor de tres centenares de reos que fueron trasladados desde Ecuador continental para cumplir sus penas.

La colonia penal de la isla Isabela, la más grande del archipiélago, fue instaurada por el presidente José María Velasco Ibarra cuando concluyó la Segunda Guerra Mundial.

Es un capítulo de la historia olvidado por muchos y que hoy es reabierto en el libro-documental Galápagos: prisión de basalto, que en noviembre pasado fue publicado por las investigadoras ecuatorianas Paola Rodas y Karina Vivanco.

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Hugo Idrovo, historiador del archipiélago y músico, indica que a mediados del siglo pasado las islas “eran un territorio lejano e incomprensible. Para la mayoría de ecuatorianos se trataba de un destino propio únicamente para aventureros, excéntricos o solitarios en busca del fin del mundo. Apenas un puñado de científicos anglosajones ubicaba a Galápagos como un crisol para el conocimiento”, dice Idrovo.

En ese contexto, señala Idrovo, “no había ninguna noción de cuidado o conservación ambiental, peor de turismo”.

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Asimismo, Rodas, quien es antropóloga visual, expresa a base de la investigación que realizaron, que debido a las malas condiciones de salud para los reos, maltratos, una fuga masiva de reclusos y un secuestro de un yate estadounidense, la colonia penal cerró en 1959, año en que las islas Galápagos fueron declaradas por Ecuador como parque nacional.

El único vestigio físico que se evidencia de los 13 años de funcionamiento de la cárcel es el llamado Muro de las Lágrimas, una instalación de piedras volcánicas de basalto que fue construida por reos y que hoy es visitada por turistas que llegan al archipiélago.

Para llegar al muro se ingresa por una ruta de 5 km del Complejo de Humedales, en Puerto Villamil. Se puede optar entre rentar camionetas y bicicletas o realizar caminatas.

Las autoras del libro-documental destacan detalles de la historia de la cárcel en la isla Isabela. Esta recuperación de la historia se da en momentos en que Ecuador debate un nuevo Código Penal.

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Caminata en Isabela: Otros detalles

Humedales

Durante el recorrido al Muro de las Lágrimas también se pueden visitar diversos senderos, en los que observará las pozas del Amor, Punta Jelí, Las Diablas, Escondida, Redonda, donde se realiza avistamiento de aves.

Playas y estero

En la misma ruta puede ir a la Playa del Amor, el Estero, Túnel del Estero y el camino de las tortugas, antes de llegar a la antigua zona carcelaria.