Una cosa es disfrutar los vientos del verano de la Sierra y otra distinta enfrentarlos en una aeronave que se aproxima al nuevo aeropuerto Mariscal Sucre de Quito, en Tababela.

El asambleísta Abdalá Bucaram Pulley, quien viaja cada semana desde Guayaquil debido a su trabajo legislativo, lo sabe y por ello tomó la decisión de no volver a trasladarse a Quito en avión: “No enfrentaré una vez más la tensión y el estrés de llegar a Tababela”.

Su criterio se ajusta a los momentos de susto que han vivido otros pasajeros en la última fase de aproximación a la pista de aterrizaje por causa de turbulencias generadas por vientos.

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La visión de quienes son parte del mundo de la aviación es distinta. Afirman que las aeronaves que cubren las rutas internas son seguras y que los protocolos de la aviación civil ecuatoriana nunca pondrán en riesgo la vida de los pasajeros.

El gerente de TAME, Rafael Arias, al ser consultado por las turbulencias del verano, afirma que pueden provocar “incomodidad”, pero que en nada afectan su seguridad.

Reconoce que en verano los vientos en Tababela se localizan en zonas más bajas y generan movimientos, pero destaca que los equipos que poseen las aeronaves, más la cercana asistencia técnica de la torre de control, brindan toda la seguridad necesaria.

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La Dirección General de Aviación Civil (DGAC), al ser consultada sobre las condiciones del clima para cerrar las operaciones del aeropuerto, señaló que las causas son de visibilidad y techo de nubes, pero que no se cierra por vientos. Información de esta dependencia asegura que desde junio hasta inicios de agosto se suspendieron seis salidas y trece arribos.

Fernando López Matheus, exveedor del proceso de construcción del aeropuerto de Quito, identificó algunos tipos de vientos y aseguró que podían afectar la operación de esa terminal. Agregó haber visto vientos cizallados, vientos que se cruzan, vientos cruzados (que se presentan en todos los aeropuertos) y torbellinos.

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El Instituto Nacional de Hidrología y Meteorología (Inhami) ha recogido datos en el valle de Tumbaco que registran movimientos de viento en promedio de 8 a 15 metros por segundo, que son considerados moderados, pero también se han identificado rachas máximas de 20 metros por segundo.

El meteorólogo Homero Jácome dice que “es normal para la época seca, la diferencia es que el nuevo aeropuerto se encuentra en una planicie cerca del encañonado del río Guayllabamba, por el que fluyen las masas de aire y chocan contra el nuevo. Hay cruce de vientos”.

Al preguntar a la DGAC cómo se enfrentan estos eventos climáticos, respondió que “las tripulaciones deben cumplir con el entrenamiento en Operaciones en tiempo adverso” y que sí existen estudios de vientos de superficie y altura en la zona de Tababela efectuados por Quiport, a petición de la DGAC, durante el periodo de planificación y construcción del nuevo aeropuerto.

Arias prefiere bajar la tensión y dice que vale recordar las turbulencias al aterrizar al mediodía en el anterior aeropuerto: “Era movido, el avión necesita un máximo de vientos de cola para aterrizar y si los límites se exceden, los pilotos toman la decisión de abortar un aterrizaje; si las condiciones de combustible lo permiten, esperan o van a un aeropuerto alterno, puede ser un costo adicional y un retraso de tiempo, pero son las condiciones que hacen segura la aviación”.

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El directivo agrega: “Si existen las condiciones de evitar el aterrizaje, el plan de vuelo establece ya el aeropuerto alterno donde hacerlo, se trata de que sean aeropuertos de condiciones diferentes, es decir, si el clima lo impide en la Sierra, nos vamos a la Costa, y se prefiere aterrizar en el aeropuerto de partida porque es más fácil atender a los clientes”.

Todas las aeronaves comerciales disponen de radar meteorológico, así como de sensores de vientos cizallados y vientos cruzados”.Dirección General de Aviación Civil (DGAC)