Los abrazos, bien apretados, que se dieron un médico, nacido en Uganda, con los miembros de la familia que lo apadrinó, en la década de los ‘90, paralizaron las redes sociales. El conmovedor reencuentro ocurrió en un aeropuerto de Australia. Tenían 36 años sin verse personalmente. Lo vivido ese día ratifica que, en muchas ocasiones, la verdadera familia no siempre es de sangre.

El médico Edward Kankaka abrazó, primero, a Heather. La hermana de crianza y quien afianzó el vínculo (ya le diremos por qué).

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Estaba Margaret, la madre; pero al ver a Bruce, el esposo de Margaret, se derrumbó. Las lágrimas bañaron su rostro. Bruce, conmovido también, le daba palmadas en la espalda. Era la típica escena de un padre y su hijo. El amor, ese sentimiento que tanto urge en el mundo, era evidente.

Ambos lloraron y ese abrazo se hacía eterno. Heather tomaba de las manos a Edward, quien no soltaba a Bruce.

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“Ha pasado mucho tiempo”, le expresaba Bruce.

Ver al hijo que criaron convertido en un profesional de la medicina, que investiga la cura del VIH, deja a sus padres adoptivos con el corazón henchido de amor y orgullo.

No ha perdido la sonrisa

Los esposos Bruce y Margaret Anschau tienen cuatro hijos, pero, hace más de 3 décadas, llegaron a un acuerdo de verdadero amor: “por cada niño de ellos, patrocinarían uno ajeno”, explicaron, según Clarín.

Fue así cómo Edward, un niño africano, llegó a la casa de los Anschau.

La pareja había decidido algo más: sus 4 hijos biológicos dirían quiénes serían sus “hermanastros”.

Edward, en ese entonces de 4 años, cautivó a los hijos de Bruce y Margaret con su sonrisa, “que todavía conserva”.

El pequeño Edward estaba siendo criado por su abuela. La madre había fallecido. “Yo era vulnerable”, evocó el hoy médico.

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Con la decisión de los hijos de los Anschau, estos empezaron los trámites para apadrinar al niño de la gran sonrisa.

Pronto llegó la noticia a Uganda: Edward tenía una familia que lo apoyaría en su formación.

Hermano, la palabra que lo cambió todo

Señala Clarín que la familia australiana enviaba, cada mes, un aporte monetario, “que permitía a Edward acceder a los servicios de los centros de Compassion”.

Compassion es una organización australiana, con sede en Newcastle, una ciudad de Australia, que ayudó a facilitar el trámite para apadrinar al niño en Uganda.

“Esta institución tiene centros que brindan educación y capacitación, controles médicos regulares y/o alimentos para los niños durante los períodos de aprendizaje”, destaca Clarín.

Entre los hijos de Bruce y Margaret y el niño Edward el amor se tejió entre cartas. En ellas se contaban vivencias.

Pero en una carta, una palabra fortaleció la relación. “Un día (Heather) me escribió y me dijo hermano. Desde ese día comencé a decirle a la gente que tengo una hermana, un hermano, una madre y un papá en Australia”, señala Edward.

Orgullo de todos

El patrocinio se extendió hasta entrada la adolescencia. Y, aunque muchos terminan esa relación cuando el beneficiario cumple 18 años, en el caso de Edward eso no ocurrió.

La familia Anschau siguió apoyando a Edward y el joven ugandés pudo estudiar medicina en la prestigiosa Universidad Johns Hopkins, ubicada en Maryland, Estados Unidos.

Aquel niño alcanzó su sueño y persigue otro: investiga la cura del VIH.

La familia, un tesoro

El Dr. Edward fue invitado a una conferencia a Melbourne y logró sacar tiempo para ir a ver a su familia en Newcastle, con la que mantuvo una relación a distancia desde mediados de 1990.

Los abrazos y lágrimas de felicidad marcaron el reencuentro.

“Es como conocer a una familia que nunca habías visto”, comentó Edward al medio ABC, reseñó Clarín.

“Un padre, una madre, una hermana y un hermano que solo imaginabas, pero ahora puedes tenerlos”, agregó.

Tendrán unos días para conversar y abrazarse una y otra vez. Bruce y Margaret le han prometido que lo llevarán a playas en Australia, dado que en Uganda no hay.

Tener a Edward en casa a Bruce le parece increíble: “Es tan bueno verlo aquí”.

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Él y Margaret le han mostrado el álbum con sus fotos. Un tesoro que ha arrancado otras lágrimas a todos en la familia.

El video de ese abrazo eterno, lleno de agradecimiento, conmovió en las redes sociales. Verónica Deliens acertó en el comentario: “Hace falta más amor en este mundo”. (I)

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