La neuroeducación, disciplina que promueve la integración entre las ciencias de la educación, la neurología, la psicología y la ciencia cognitiva para enseñar y aprender mejor, llegó a Ecuador en forma de una metodología aplicable a la escuela en 1996, con una educadora venezolana, Margarita Amestoy de Sánchez.
Ahora, los que aprendieron de ella y la conocieron buscan reactivar este programa en las escuelas ecuatorianas preparando a los docentes que liderarán las aulas en el segundo cuarto del siglo XXI.
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“Antes, teníamos un sello del maestro, que eran los normales pedagógicos, enfocados en dos áreas: la pedagogía y la psicología. Luego entraron los temas relacionados con la ofimática y los sistemas en general”, dice Víctor Hugo Calderón, rector del Instituto Superior Tecnológico Lemas, centro en el que se ha abierto como nueva carrera la Neuroeducación.
“Pero la educación no fue tocada por la mejor de las ciencias, la neurociencia, que estudia cómo opera el cerebro en todas sus facetas, y que nos dice que el ser humano tiene cerca de 20.000 millones de neuronas que generan sinapsis, conexiones entre ellas, que se acrecientan en la medida en que vamos aprendiendo. Ese nivel de aprendizaje puede estancarse en un estándar, debido a que el docente no tiene la preparación”.
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Conocer cómo opera el cerebro, dice Calderón, es fundamental para poder gestionar las emociones. “Una persona que no tiene una salud emocional no puede ser consciente de su superación”. Otro beneficio es reconocer los trastornos del aprendizaje, que alguna vez tuvieron derivaciones drásticas, como ser apartados del sistema educativo. “No había una ilustración para que el educador pueda reconocer esas diferencias entre sus estudiantes y dirigirlas hacia espacios de formación adecuados”. Ni tampoco permitía que cada estudiante aprendiera a su manera, de acuerdo a su tipo de inteligencia.
“Se nos ha abierto un escenario completamente innovador, mas el conductismo o la tradición en la que nos educaron hacen que veamos con reserva e incredulidad cualquier innovación. Estamos para romper ese mito”.
¿A quiénes está dirigida la carrera de Neurociencias?
A los bachilleres o a personas que, habiéndose graduado, sienten que tienen vocación de educador. “Sin embargo, creemos que hay un segmento importante de personas de otras carreras que sienten necesidad de esta formación. Y tenemos estudiantes que son padres de familia que buscan cómo trabajar con su hijo y brindarle la mejor herramienta para que él surja”. Para llegar a estos públicos, el TECLemas cerró hace poco su primer Taller Internacional de Neuroeducación, el pasado mes de abril, en Guayaquil, y se prepara para una segunda edición.
¿Cuál fue su primer contacto con la neuroeducación?
Fue en el año 1996, cuando tuve el privilegio de conocer a la investigadora venezolana Margarita Amestoy de Sánchez (1929-2008), quien promovía un programa que fue probado altamente con los estándares de universidades estadounidenses. Ella lo llamó Metodología de Procesos para el Desarrollo del Pensamiento, que no es otra cosa que un constructivismo cognitivo en el que el profesor, más que un modelador, es una persona que gestiona a través de la mayéutica el aprendizaje del alumno.
No te digo lo que tienes que saber por repetición constante, sino que articulo un sinnúmero de preguntas que de manera sistemática le van a permitir a mi interlocutor decir: “Este es el camino, este es el aprendizaje”. Margarita tuvo ese impacto en mi vida. Por eso el nombre Lemas: Liceo Educativo Margarita Amestoy de Sánchez. Y por eso la fundación también lleva su nombre.
¿Cómo cambió su visión de la educación a partir de 2020?
¡Radicalmente! Fue cuando inicié mi tesis doctoral, y me dije: “¿Soy un director o soy un gestor educativo?”. A raíz de que fui tocado con esta metodología, estoy llevando esta propuesta a universidades europeas. Acabamos de firmar un convenio con la Universidad de Barcelona, en la cátedra de Neurociencias, y tenemos vínculos con la Universidad de Yale y la Universidad Autónoma de Madrid.
La educación, esto muy lamentable, no es una necesidad para el sector político, porque la tasa de retorno a esa inversión no es a corto plazo. En países como Singapur el cambio en la educación fue radical, pero lo fue porque un presidente de cerca de 30 años de mandato lo gestionó de manera impositiva, con autoritarismo.
Hemos llevado esta propuesta a algunas autoridades seccionales que han aplaudido la iniciativa, nos han motivado para llevarla a cabo, nos han ofrecido sus aportaciones, pero se han quedado en eso. Es la razón por la que yo invierto el orden, y nuestra fundación es autosustentable. Así impulsamos el Programa Educativo para la Creatividad e Innovación (PECI), que cubrió a 5.000 alumnos de escuelas populares (en Guayaquil). Cerramos el año lectivo con una feria de pensamiento. Vino la pandemia, no hubo cómo continuar, pero sembramos una huella importante en esas organizaciones. Hoy estamos retomando ese programa. Las escuelas del padre Simón, el Amigo del Millón, que están en la isla Trinitaria, y otras en el Guasmo sur, están activas en el PECI 2023 y ya están disfrutando de esta oportunidad. Hay fundaciones, como Kairos, que buscan patrocinios para que esos niños de escasísimos recursos alcancen el programa mediante padrinazgos y subvenciones, y así la vamos llevando. Hay escuelas interesadas fuera de Guayaquil (en Daule y la provincia de Santa Elena).
Mi sueño es que los beneficios se revelen a partir de los usuarios, no solo los estudiantes, sino los maestros que reciben la inducción, los padres de familia. Y que se catapulte para que la fundación gestione a más escuelas.
¿Cuál es el vínculo entre la fundación y el TECLemas?
Esperamos generar un discernimiento diferente, que al hacerle preguntas a un estudiante que ha recibido la metodología podamos evaluar en simultáneo cuáles han sido esos campos del cerebro que se han visto beneficiados, y eso lo harán los estudiantes de Neuroeducación del tecnológico.
¿Hay otros establecimientos educativos en los que se aplique este modelo neuroeducativo?
Cuando la doctora Sánchez vino al Ecuador por primera vez, en 1996, la metodología se aplicó en varios colegios privados. Ya no continúan de manera formal, aunque los directivos reconocen su valor. En lo personal, siempre he considerado que el segmento que apreciará siempre esta propuesta es el socioeconómico medio y medio bajo. Suelo repetir una frase: “Hay gente que no es pobre por cómo vive, sino por como piensa”. Y también: “Si quiero rescatar la dignidad de un ser humano —lo dijo Mandela—, tengo que darle la educación que se merece”. Hay quienes se empeñan en mantener el estatus, y nosotros somos de aquellos que no descansaremos hasta asegurarnos de reducir esa brecha. (F)