Desde que era niño, Roberto Valdez, conocido profesionalmente como Robinski, recuerda que solía lanzarse al suelo para observar a los insectos mientras caminaban. “Me maravillé por los pequeños, frágiles pero a la vez complejos y tan ordenados, desde ahí solo fue cuestión de conocer más especies de animales para seguir maravillándome”, comenta este fotógrafo guayaquileño que ha sabido dedicar su existencia a retratar la vida en sus diversas formas.