El Rostro, obra de la autoría de Ernesto Arias, escritor y gestor cultural cuencano (1948), es una novela que trata el tema de la pedofilia. Tiene una estructura circular. Está contada por un narrador, que no sabemos quién es y que, en las primeras páginas, da cuenta de la presencia de él, un personaje del que tampoco sabemos, salvo que ha ingresado a una vieja casa y que lleva en el bolsillo un puñal. A partir de esta escena se va desmadejando una narración de 161 páginas, que involucra a casi una decena de variopintos personajes.

El libro, editado por El Conejo, está estructurado en 23 capítulos cortos, en los que se alternan y concatenan varias narraciones. Entre otras, la del hombre del puñal, que, pronto se nos revela, tiene el encargo de asesinar al sacerdote Ángel Pintado, ya anciano; y la de Samuel Tipán, a quien su pasado no lo deja en paz, puesto que cuando era niño sufrió abusos sexuales de parte del sacerdote Pintado. La obra se mueve entre presente y pasado.

Tipán, ya adulto, busca vengarse. Es, desde su óptica, una cuestión de honor. Vive atormentado. En las noches, sale a caminar y mira a sujetos marginales. Se siente solidario con ellos. Intuye que en cada uno de esos seres existe una vida dura. Conoce así a Delfín Cañete, a Perrita, a Viky Macías, entre otros. Destaca en los personajes de Arias el sentido de la solidaridad.

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Algunos pasajes de la novela están construidos con el recurso del rumor. Los rumores cobran estatuto de verdad en las ocasiones en que los personajes toman la palabra y narran en primera persona lo que han vivido o lo que sienten. Así sabemos de los sentimientos de Tipán, quien duda de la ley, por ese motivo no acude a esta. Pero lo que podría convertirse en un ajuste de cuentas, toma otro cariz. Es como si el azar asumiera las riendas. (O)