La persona amada ya no está, pero su ropa y su sillón favorito sí. Deshacerse de las pertenencias del padre, compañero o hermano muerto es una tarea muy dura para los familiares. No solo desde lo organizativo, sino sobre todo desde lo emocional. "Eso es así porque los objetos representan un vínculo con la persona fallecida. Las posibilidades de contacto usuales ya no existen tras la muerte. Pero el pijama que aún tiene el olor de la persona que murió sigue estando", explica Christine Kempkes, que ofrece servicios fúnebres y también brinda discursos de despedida en funerales en Alemania.