La poena cullei, o castigo del saco, era una de las penas más aterradoras del poder judicial romano.
Este castigo, destinado a todo aquel que asesinase a su padre o madre en la antigua Roma, consistía en ubicar al condenado en un saco de cuero de buey junto con cuatro animales: un perro, un mono, una serpiente y un gallo. Al final, el saco era lanzado al río o al mar.
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Pero la poena cullei no siempre fue igual. Cuando se implementó aparentemente en el siglo I a. C., la bolsa no contenía animales distintos, entonces solo eran serpientes. Con el paso del tiempo de diversificaron a los animales. Al parecer el castigó evolucionó a lo largo de siete siglos.
El condenado era colocado desnudo en el saco, se le cubría la cabeza con un gorro de piel de lobo y se le ponía unos zapatos de madera para que no pudiera defenderse.
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El objetivo de lanzar el saco al río o al mar era purificar al condenado debido a que se tenía la creencia de que el agua era purificadora, detalla ABC. Además al homicida había que privarle de una sepultura digna.
Pero los animales no fueron elegidos de forma casual, todos tienen su simbolismo. Por esos tiempos se consideraba a la víbora como un animal parricida; el mono representaba una caricatura del hombre; el gallo, un animal feroz capaz de enfrentarse a un león; en tanto que el perro era un animal considerado inmundo por los romanos.
El parricida seguramente de todas maneras iba a morir ahogado así no se ubiquen a los animales. Pero la serpiente y sus compañeros eran colocados allí para que torturen al reo, y para que sus restos se mezclen con los del condenado para que fuera imposible distinguir al animal del sentenciado.
Durante el reinado del emperador Adriano (117-138) existió una alternativa al castigo de la bolsa: el parricida podía elegir morir siendo arrojado a los animales salvajes en un anfiteatro, frente al público. (I)