En la estación de trenes de Saint-Denis, comuna francesa de la sla de Francia, Luc Pinto Barreto abre su librería y la gente se voltea a mirar. Es inusual porque está en una explanada, que funciona como un mercado de alimentos crudos y cocidos, pero también de cigarrillos de todo tipo. Es más inusual todavía porque la librería funciona en un contenedor readecuado para este fin.

La iniciativa es de Barreto, pero el Municipio le dio el permiso de funcionamiento como parte de una política local de promover de la lectura y también de reducir la carga de tensión en la localidad, en la que viven más de 100 000 personas.

Barreto, quien trabajaba antes como técnico de mantenimiento en París, se mudó a Saint-Denis con la intención de ser librero, armado solo con su amor por la lectura. Terminó entrenando en Folies Ink, la única librería del sector. Allí aprendió la realidad del trabajo: no solo se trata de recomendar libros, sino manejar pedidos y entregar paquetes. Su instructora fue la librera Sylvie Labas, quien afirma que ejercer este oficio en el departamento de Seine-Saint Denis es "un acto de militancia", pues hay 17 librerías para 1,5 millones de residentes, lo que lo convierte en el departamento menos dotado del país.

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Desde el principio, cuando no había contenedor sino solo un puesto itinerante experimental en la plaza, Folies le provee los libros a Barreto, y solo le factura los vendidos. "De lo contrario, debería haber sacado el dinero de mi bolsillo para proveerme", dice el librero de 33 años, hijo de un caboverdiano y una martinicana. Tras superar el periodo de prueba en la explanada, frente a la cual vive, Barreto vendió casi 400 libros en un mes, y a fines de 2019 obtuvo la renovación del permiso municipal. El confinamiento por el coronavirus obligó a postergar la apertura hasta mayo de este año, pero al fin se logró. La librería-contenedor abre de miércoles a sábado, de la tarde a la noche. (I)