El COVID-19 vino a quedarse, y todos le hemos hecho un espacio importante en nuestras vidas, voluntariamente o a regañadientes. Es un participante invisible, pero muy influyente, en todas nuestras discusiones, conclusiones y decisiones. ¿Puede alguien decir que su vida no ha cambiado dramáticamente en los últimos seis meses? No solamente que nuestro estilo de vida ha cambiado, sino que estamos listos a seguir cambiando para estar a la altura de las circunstancias y poder defendernos de lo que nos toque enfrentar.

Hace mucho rato que tuvimos que salir de nuestra zona confortable y ahora vivimos en un continuo estado de transición, recorriendo un camino sin estar seguros de cuándo, dónde y cómo terminará (y cuánto nos afectará cuando lleguemos). Sentimos que tenemos algo de control e independencia sobre el manejo de nuestras vidas, pero esto es hasta cierto punto. Esa es la nueva realidad.

Mientras tanto hemos acomodado nuestras rutinas para mantenernos alejados del peligro. Por ejemplo, hemos reducido nuestro radio de actividades sociales; nos reunimos muy infrecuentemente y preferimos hacerlo con quienes viven relativamente cerca, y por periodos cortos (en este aspecto nos ha ayudado el toque de queda). También hemos aprendido a evitar todo tipo de aglomeración: cualquiera que sea el motivo, tratamos de salir solo para lo indispensable y con medidas de protección que se han convertido en nuestra segunda naturaleza.

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Esta sola acción, protegernos y proteger a los demás, es una clara manifestación de solidaridad y respeto comunitario, una elevada demostración de civismo y la forma más eficaz de mantenernos sanos. Asimismo, hemos aprendido a ser pacientes, a planificar nuestros pasos sin prisa, a desarrollar más control sobre nuestras emociones (por ejemplo, somos más corteses en el tráfico, más cooperadores al hacer una fila).

La cuarentena también nos dio la oportunidad de darnos cuenta de la dinámica de muchos de nuestros conflictos de puertas para adentro, y nos dio el tiempo y el espacio para poner en práctica comportamientos más orientados a solucionar los problemas que a continuar imponiendo voluntades.

Es inevitable continuar compartiendo la vida con el COVID-19, pero las muy dolorosas experiencias que tuvimos que sufrir nos han dado pautas claras sobre cómo realizar los ajustes necesarios para vivir más adecuadamente en nuestra nueva realidad. Gradualmente desarrollaremos más seguridad. (O)