Nombre de emperador romano, siete letras. “¡Adriano!”, responden sin titubear los escolares británicos. La popularidad de este César se debe a que ordenó la construcción de una muralla defensiva en el norte de Inglaterra de una longitud de 120 kilómetros (de oeste a este y de costa a costa) que marcase la frontera norte del Imperium, allá por el siglo II d. C.

El muro comienza en Bowness-on-Solway (oeste) y termina en Newcastle upon Tyne (este). Un recorrido que hace las delicias de los senderistas: millares de personas llegan cada año a Wallsend, ciudad al noreste de Inglaterra en la que termina la muralla y el denominado Camino del muro de Adriano, situados algo al sur de la actual frontera entre Escocia e Inglaterra.

Recorrer la muralla

Aunque fue construida de este a oeste, recorrer el sendero en dirección contraria –de oriente a occidente– es igual de gratificante. El punto más occidental del Muro de Adriano fue declarado Patrimonio Mundial por la Unesco y se encuentra pasando el municipio de Carlisle en el estuario de Solway, frontera natural entre Escocia e Inglaterra. Los senderistas que disponen de tiempo suelen comenzar allí el recorrido.

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Sobre la muralla de Adriano se erigían en intervalos regulares las torres de vigilancia, de las que permanecen visibles en muchos casos los fundamentos. Foto: Andreas Heimann/dpa-tmn.

Caminando en dirección al mar del Norte, el sendero pasa por Carlisle y Haltwhistle. El tramo considerado más interesante es el que une estas poblaciones con Corbridge. Aquellos que no tengan prisa pueden dejar a sus espaldas Corbridge y continuar el sendero hasta Newcastle (lo que les llevará entre tres y cuatro días más) e incluso comprar allí una camiseta con la inscripción: “yo hice el camino”.

Verdes colinas y mansas ovejas

El paisaje a lo largo del Camino del Muro de Adriano está dominado por el color verde de las colinas. Es tal la paz de la región que las señales de tráfico a la entrada de los pueblos indicando la obligatoriedad de conducir despacio parecen innecesarias. El paisaje parece sacado de un cuadro renacentista: mansas ovejas pastando bajo un cielo azul con frondosos árboles de fondo.

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Ovejas pastando a lo largo de la muralla de Adriano, al este de Haltwhistle. Foto: Andreas Heimann/dpa-tmn.

A medio camino, entre costa y costa se encuentra Haltwhistle, cuya plaza del mercado ya existía hace 700 años. Este enclave fronterizo fue objeto de ataques por parte de soldados ingleses y escoceses. En los siglos XVI y XVII sus habitantes construyeron bastiones y viviendas fortificadas para protegerse de las incursiones enemigas. Algunas siguen en pie.

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Desde Haltwhistle al Muro

En la plaza del mercado sale un sendero que conduce hasta la muralla de Adriano. Una vez a los pies del muro, el camino se adentra en un bosque de altísimas hayas, ranúnculos por doquier y el reconfortante arrullo de un cercano arroyo. Los escasos kilómetros de este tramo de muralla –que apenas llega a la cintura– se recorren sin dificultad.

El objetivo de Adriano cuando ordenó construir esta fortificación en el año 122 era que los soldados –miles de ellos– custodiasen desde ella la frontera norte del Imperio. En la antigüedad, la muralla contaba en paralelo con zanjas que reforzaban la defensa. Los romanos no lograron conquistar la tierra más allá del muro; es decir, Escocia.

Caminar entre pastos y flores

El muro se extiende kilómetros y kilómetros a través del paisaje, subiendo y bajando colinas, claramente visible desde lejos, entre extensos pastos jaspeados con excrementos de vaca y restos de lana de oveja sobre la hierba, además de ranúnculos, retamas en flor, tréboles y margaritas.

En las inmediaciones de la construcción defensiva hay excavaciones arqueológicas. Tres de ellas se ubican entre Haltwhistle y Heddon-on-the-Wall.

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Los senderos de caminata junto a la Muralla de Adriano suben y bajan por las colinas entre las excavacione arqueológicas de Vindolanda y Housesteads. Foto: Andreas Heimann/dpa-tm.

La más interesante es la de Vindolanda, un castro o fuerte situado al sur del muro que llegó a estar habitado por 3000 personas, de las que solo una pequeña parte eran soldados. Hoy en día se erige allí un museo que muestra objetos encontrados en las ruinas romanas.

El paraíso de los arqueólogos

Hace medio siglo que se llevan realizando excavaciones en Vindolanda y aún queda mucho por hacer y probablemente por descubrir. Hasta la fecha, el hallazgo más importante sin lugar a dudas fueron unas tablillas de madera manuscritas que los romanos utilizaban para intercambiar mensajes. Las tablillas se encuentran actualmente en el Museo Británico de Londres.
En el museo de Vindolanda se exhiben multitud de monedas, una espada de madera para niños, así como objetos importados en la antigüedad de Francia: vajilla, joyas y ... ¡hasta un escarpín para el pie de un bebé!

Las murallas antiguas son casi omnipresentes en el norte de Inglaterra, como aquí en las proximidades de la fortaleza romana de Vindolanda. Foto: Andreas Heimann/dpa-tmn.

Un poco más al este, junto al Muro, se encuentra otro fuerte que también tenía como función defender la muralla: Housesteads, utilizado por los romanos durante 280 años, bien vale una visita.

En cuanto al fuerte de Chester –el mayor del Imperium en Gran Bretaña– albergó a una tropa de caballería y contaba incluso con termas romanas cuyas ruinas se conservan en buen estado.

Despedida en Wallsend

Con el fin del dominio romano en Britania, el fuerte Segedunum en Wallsend (próximo a lo que hoy es Newcastle) fue abandonado. Aquí acaba el camino.

Durante siglos el Muro de Adriano cayó en el olvido. Hasta que los arqueólogos y los senderistas llegaron... y los escolares tuvieron que aprenderse el nombre del emperador que lo mandó construir.