Cuando se impuso la cuarentena y todos tuvimos que confinarnos, pensé que tendría más tiempo para hacer las cosas para las que siempre reclamaba tiempo. Y así fue al principio: lectura, escritura, revisión de proyectos. En los trabajos se dio la opción de que los empleados tomaran vacaciones y yo lo hice. Pero las vacaciones terminaron y tuve que incorporarme al teletrabajo, en tanto que la persona que me asiste en casa se acogía a la cuarentena. Dejé mi cuarto de estudio, la biblioteca, los libros, y me mudé con mi laptop a la mesa de comedor, el lugar que me permitía estar cerca de la cocina, que en adelante sería mi reino, y echarle ojo a mi madre anciana, quien en la sala lee la Biblia o algún libro que concite su atención.