Hasta menos de un siglo, el pueblo indígena ayoreo de Paraguay vivía como nómada en el Chaco, una región cálida y seca de sabanas y bosques que cubren casi 200 millones de acres repartidos en el oeste de Paraguay, el sureste de Bolivia, el norte de Argentina y una pequeña franja del sur de Brasil, una región conocida una vez por los españoles como el “infierno verde”.