No pude dormir la noche del 12 de marzo. Las escuelas públicas de la ciudad de Nueva York aún estaban abiertas, y muchos de mis amigos estaban sacando a sus niños. No podía decidir si dejar a los míos en clases. Mis amigos en Hong Kong llevaban meses en casa con sus hijos, pero a los de Singapur nunca les cerraron las escuelas.