Probablemente el hecho de que a los seres humanos no nos guste escuchar la palabra no es porque quizás lo escuchamos demasiado en nuestra infancia, desde que desarrollamos ese sentido de independencia a los dos años edad. Esa temible etapa en la que el ser humano empieza a adquirir autonomía, pero todavía no puede direccionarse por sí mismo y necesita que se le diga qué hacer y cómo actuar para discernir entre lo que es correcto o incorrecto.