Es mejor darle el nombre apropiado, Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad. “Un trastorno no es una enfermedad. Es un desvío en el camino del neurodesarrollo del niño, quien empieza a destacarse por impulsivo, desordenado, inatento”, explica el doctor Daniel Cruz Montesinos, médico tratante del Servicio de Neuropediatría del Hospital IESS de Los Ceibos.

El médico buscará los elementos necesarios para elaborar un diagnóstico e iniciar los procesos de apoyo técnico a temprana edad, antes de que la escolaridad y la vida familiar sean afectadas.

“Identificar a tiempo no es rotular al niño”, indica el doctor Cruz. (Antes de los 6 años, no considera prudente diagnosticar o medicar, siguiendo los lineamientos de la escuela estadounidense). Por tanto, los profesionales médicos y educadores deben manejar los términos y la información de manera prudente. Un niño puede tener elementos de impulsividad y superarlos. El fin es estructurar, guiados por el médico, un equipo de especialistas que ayude al niño a recuperar la ruta de su neurodesarrollo.

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Es importante una valoración temprana. “Tenemos gran demanda en la etapa preescolar, que generalmente van a un centro de desarrollo infantil”. Uno de los elementos más comunes es que los niños están perdiendo el sentido de la familia continente o nuclear (el padre y la madre), pues se delega la crianza a terceros. Este es un punto débil, dice el especialista en neuropediatría, crear un sitio adecuado para el desarrollo del niño, con pautas de crianza propias de cada familia.

“Un trastorno no es una enfermedad. Es un desvío en el camino del neurodesarrollo del niño, quien empieza a destacarse por impulsivo, desordenado, inatento”, explica el doctor Daniel Cruz Montesinos

Preguntas pertinentes

Los padres necesitan instruirse en cómo es el desarrollo normal del niño, además de escuchar los comentarios de otros cuidadores. ¿Puede esperar, respeta su turno, acata las normas en el centro de educación inicial? ¿Ve tanto a la madre como al padre como figuras de autoridad?

El primer profesional médico que debe atender al niño es el pediatra, quien decidirá si es pertinente la valoración neurológica y derivará el caso.

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El neuropediatra estructurará un diagnóstico provisional. “El diagnóstico no es estático, puede cambiar”, de acuerdo con la evolución del niño. Él sugerirá los apoyos técnicos: psicopedagogía, terapia de lenguaje, terapia ocupacional o psiquiatría infantil, especificando lo que necesita el niño.

En el neurodesarrollo, el trabajo en equipo es necesario para cuidar del niño. Un solo especialista, considera Cruz, no podrá proveerle todo. La medicación necesita ir acompañada también por la contención familiar, social y educativa.

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¿Son seguros los fármacos?

Los padres tienen cierto temor a las terapias no convencionales. A más de la terapia psicológica y ocupacional, existe el tratamiento farmacológico. En este punto, opina el doctor Cruz, hay desconocimiento, y por esto se teme, por ejemplo, que el medicamento generará dependencia.

Antes de tomar la decisión de usar medicamento, el neuropediatra vigilará cómo evoluciona el niño con los apoyos técnicos. Con la respuesta de estos profesionales, al cabo de un tiempo prudencial (6 meses, 12 meses), se discutirá el caso y se presentará a los padres una propuesta de medicación, detallando los beneficios y los efectos contrarios.

“Desde luego”, enfatiza Cruz, “cuando hacemos una propuesta farmacológica, sabemos que el medicamento está por sobre los no beneficios. La reacción es idiosincrática, propia del organismo de cada niño”.

El proceso de recuperación, a partir de aquí, será individual. Algunos niños podrán dejar la medicación después de cierto plazo (pueden ser dos años). Otros tendrán que retomarla y necesitarán una nueva valoración. (I)

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