Si hubo un caso emblemático de la política imperialista que practicó los Estados Unidos en América Latina durante buena parte del siglo XX fue el golpe de Estado perpetrado en Guatemala por Carlos Castillo Armas contra el gobierno de Jacobo Árbenz. Ocurrió en 1954 en plena Guerra Fría. Y los eventos siguieron, lo que iba a devenir en una suerte de patrón de conducta de la CIA a lo largo de la región hasta la caída del Imperio Soviético. Un país con profundas diferencias económicas y sociales, dominado por una élite criolla en alianza con una empresa multinacional propietaria de la entera industria del banano (la United Fruit Company), y por ende de la economía, elige en las urnas en 1951 a un demócrata, como fue el caso de Jacobo Árbenz, con ideas de cambios y transformaciones. Y allí comienzan los problemas.