Esta reseña que están leyendo debería ser acerca de  Guasón, pero lamentablemente, el día en que se supone vería la película, llegar al cine fue una misión imposible debido a las diferentes situaciones que se han vivido esta semana en las calles del país en general y de Guayaquil en particular. El día de entrega de este escrito no conoce de protestas ni movilizaciones, así que se tuvo que activar el plan B: Netflix. Es así como navegando entre el extenso y a veces confuso catálogo del gigante del streaming me encontré con una película belga del director Lukas Dhont, Girl, la historia de una chica trans de 15 años que se encuentra en plena etapa de transición y que al mismo tiempo lucha por convertirse en una balletista. Esta historia, premiada en el Festival de Cannes y nominada a mejor película extranjera en los Globos de Oro, ha sido igualmente criticada por escritores y activistas trans por lo que consideran es una visión limitada y errada de lo que significa ser transgénero.

Pero empecemos por el principio. Lara (Victor Polster) es una chica de 15 años que se muda a una nueva ciudad con su padre y su hermano menor, para inscribirse en una de las principales escuelas de ballet del país. Antes de ser aceptada debe pasar un periodo de prueba de ocho semanas, ya que las otras bailarinas han estado entrenándose mucho más tiempo que ella. Lara, sin embargo, está emocionada por entrar a la escuela, tan emocionada como está al ir a sus consultas médicas previas a su cirugía de reasignación de sexo, que espera con ansias para terminar su proceso de transición. 

Las clases de ballet cada vez son más complicadas, al igual que el tratamiento hormonal al que se somete Lara. Ninguno de los dos avanza con la rapidez con la que Lara quisiera. Ella se esfuerza hasta el punto de lastimarse, pero sea como sea está decidida a conseguir lo que quiere.

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¿Por qué un filme que trata un tema actual con tanta naturalidad como este se considera controversial por parte del colectivo LGBTI? Porque afirman que Lara está obsesionada con su genitalidad: su pene le molesta, quiere ocultarlo, dejar de verlo y desaparecerlo, ya que este le recuerda constantemente que no es la mujer que siente ser. 

Los críticos afirman que una persona transexual es mucho más que sus genitales y que esta obsesión con estos es más una fantasía y mala interpretación de las personas cisgénero (personas cuya identidad de género es concordante con su género biológico) de lo que es la transexualidad. También están en contra de que se sigan otorgando papeles de transexuales a actores que no lo son.

Pero polémica aparte, el filme tiene cualidades estéticas que son innegables. Las secuencias de baile están hermosamente capturadas, muchas con cámara subjetiva, y reflejan la complejidad de este arte, al tiempo que también representan las dificultades personales que Lara está atravesando. El trabajo de Polster en el papel principal es complejo y tiene una gran carga dramática que se expresa más con los gestos, con la mirada, que con las palabras. Y eso es actuar. 

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No es una cinta fácil de ver, tiene algunas escenas explícitas que justamente tienen que ver con el cuerpo de Lara, pero la única manera de decidir si esta película merece las alabanzas o críticas que ha recibido es viéndola. Puede encontrarla en Netflix y sacar sus propias conclusiones. (O)