E l libro de la selva, Dumbo, La Bella y la Bestia, Aladino. Disney ha apostado fuerte a las reinterpretaciones de sus clásicos animados, pero ahora en versión live action. La que sigue es La sirenita, pero mientras la esperamos el turno ahora es de El rey león, que ya ha recaudado más de un billón de dólares en la taquilla a nivel mundial. Mientras los resultados lo sigan acompañando, parece que el estudio liderado por Mickey Mouse seguirá trayéndonos estas películas. Pero, ¿son realmente necesarias estas versiones?

La respuesta es sí y no. Por un lado, hablando específicamente de El rey león, la cinta, dirigida por Jon Favreau, es una maravilla técnica que no deja de asombrarnos con el realismo que alcanza la acción y los personajes que se nos presentan, a la vez que dan a conocer la historia a toda una nueva generación. Por otro, sin embargo, este mismo realismo de alguna manera le ha robado al filme el espíritu fantástico y el corazón que tiene la versión animada.

Pero empecemos por el principio. El rey león es la historia de Simba, el heredero del trono de su padre Mufasa, que ve truncada su infancia cuando su envidioso tío Scar le hace creer que es responsable de la muerte de su padre. Simba huye, conoce a Timón y a Pumba y juntos viven bajo una nueva filosofía: hakuna matata, que básicamente significa vivir sin preocuparse por nada. Pero todo cambia cuando Nala, una amiga de la infancia de Simba, lo encuentra y le cuenta lo que están sufriendo todos los animales bajo la tiranía de Scar y lo convence de regresar para reclamar lo que es suyo.

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En esta nueva versión la historia se mantiene intacta. No ha cambiado absolutamente nada. Pero no es solo el guion el que se mantiene sin grandes cambios (los fanáticos de la película original prácticamente podemos recitar los diálogos), sino que la manera en la que está filmada la cinta es igual a la original. Es una versión similar cuadro a cuadro, algo así como la Psicosis de Gus Van Sant de años atrás que prácticamente reproducía cuadro a cuadro la versión de Hitchcock.

Aquí es cuando cabe la pregunta, si la película es prácticamente la misma, ¿para qué existe esta nueva versión? Seguro la respuesta tiene más que ver con motivos económicos que artísticos. No me malinterpreten, no es que la película no sea entretenida o que no tenga virtudes. El problema es que ya la vimos. Y la primera versión es muy buena. Tiene esa inocencia de la animación clásica de Disney y los personajes son una hermosa representación de la realidad, pero no son reales y esa es parte de la magia que se ha perdido con esta propuesta. 

Los leones no hablan, así que ver a estos majestuosos seres presentados con tanta fidelidad, como si fuera un documental de National Geographic, hablando, cantando, riendo y llorando, resulta un tanto raro. Ni hablar de Timón y Pumba, sus versiones animadas son unos de los personajes más entrañables de Disney, pero sus hermanos live action no corren con la misma suerte, es especial el pobre Pumba. Prefiero al jabalí animado.

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Quizás quienes no hayan visto la versión animada de El rey león tal vez no encuentren mayores reparos con esta película, pero para mí no habrá otro Simba como aquel de 1994 que tuvo que superar sus miedos para ocupar el trono que le pertenece. Larga vida al rey. (O)