La pornografía existe desde la antigüedad.  Siempre ha tenido un espacio en la sociedad, sobre todo en los hombres jóvenes, por lo general solteros, en situaciones de mucha reserva y con la tendencia a ir desapareciendo en la medida en que se alcanza un cierto grado de madurez y se adquieren mayores responsabilidades ante la vida (trabajar, casarse, criar una familia, etc.). 

En la actualidad, sin embargo, estamos viviendo una nueva realidad en la que la edad, el estado civil o las responsabilidades adquiridas ya no son barreras naturales contra su arraigamiento. La internet y las redes sociales borraron todo obstáculo: han facilitado el acceso y ofrecido anonimato a un costo relativamente bajo a quien lo solicite.

Se calcula, conservadoramente, que más de la mitad de los hombres y casi un tercio de las mujeres ven pornografía en forma regular.  La consecuencia es que su influencia en el empobrecimiento de  la calidad de las relaciones conyugales ha llegado a niveles alarmantes.  

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Se ha demostrado, por ejemplo, que las parejas que regularmente ven pornografía tienen el doble de probabilidades de terminar divorciadas que las que no la usan. 

Es una actividad que fácilmente puede salirse de control, especialmente en un hombre, por su predisposición hormonal a tomar la iniciativa sexual. Se ha demostrado que este hábito puede volverse adictivo, tal como sucede con una droga, activando los mismos centros cerebrales.

La dependencia le exige a un hombre dedicarle cada vez más tiempo (el promedio es 12 horas a la semana) y lo empuja a  la búsqueda de más variedad, más intensidad y más agresividad, lo que lo aleja de su pareja a quien ve cada vez menos atractiva y deseable, ya que ella  no puede estar siempre exótica y dispuesta a gratificarlo en dos minutos, de acuerdo a sus expectativas.  

Es muy probable que la autoestima de ella sufra, su satisfacción sexual disminuya, y la vida de pareja en general vaya desconectándose progresivamente hasta convertirlos en dos extraños.  Si  los hijos llegan a enterarse será motivo irreparable de vergüenza y de pérdida del respeto.   

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Es una adicción difícil de dejar, cerca del diez por ciento de quienes lo intentan no lo logran. El tratamiento psicológico es a mediano y largo plazo y tiene más probabilidades de éxito cuanto más temprano se inicie.  (O)