Texto: Gustavo Costa von Buchwald, para La Revista

La ciudad de Cusco que encontró y describió el Ing. Otto von Buchwald en su artículo llamado ‘El Cuzco medieval’ (1919) ha cambiado en algunas zonas y en otras se ha mantenido igual al relato, según lo observé en una visita que realicé en abril pasado. 

Desde el siglo XVI se la llamó Cuzco (con z), nombre puesto por los españoles después de castellanizar la palabra. Pero en 1976, el alcalde de la ciudad firmó un decreto que prohíbe la ortografía tradicional y ordena el uso de una nueva, Cusco, en las publicaciones municipales. Y el 23 de junio de 1990, las autoridades locales oficializaron una nueva ortografía de la marca en su lugar: Qosqo.

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Los orígenes de la ciudad de Cusco nacen con la mitología inca cuando Wiracocha es considerado el dios creador del mundo, aunque se cree que  viene desde culturas mucho más antiguas, antes de los incas, como la cultura Tiahuanaco. Según el mito, Wiracocha hizo llover fuego del cielo para vencer a sus enemigos, y luego fundó la ciudad de Cusco.

Según el escritor e historiador inca Garcilaso de la Vega, los gobernantes incas fueron catorce, empezando con Manco Cápac, Pachakutec, Huayna Cápac y finalizando con Huáscar y Atahualpa. El apogeo inca vino con el noveno emperador, Pachakutec, quien transformó y expandió el imperio, mientras que en Cusco construyó majestuosos lugares, entre ellos, el Templo del sol. Para ordenar la sociedad, las autoridades tenían reglas muy claras: ama sua (no seas ladrón), ama llulla (no seas mentiroso) y ama quella (no seas ocioso). 

 

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Palacios transformados

Los incas dividieron la ciudad en dos zonas: Hanan Cusco (Cusco de arriba), donde se encontraba la clase superior, y el Hurin Cusco (Cusco de abajo), donde habitaba la clase baja. El palacio de Hatun Rumiyoc, construido por el inca Roca, se encuentra en la parte alta, en la calle de su mismo nombre, y dentro se encuentra la famosa piedra de los doce ángulos.

Los españoles llegaron en 1533 para permanecer por alrededor de 300 años, por lo cual los palacios incas se convirtieron en templos religiosos, casas de administración pública y domicilios de los colonizadores. 

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En la céntrica Plaza de Armas, por ejemplo, la catedral se encuentra sobre el templo de Wirachoca, mientras que la iglesia y convento de Santo Domingo fueron levantados sobre los restos del palacio Coricancha (Qorikancha, recinto de oro), donde se adoraba a Inti o dios del Sol. 

Las festividades en Cusco desde tiempos preíncas hasta nuestros días  mantienen  sus costumbres y tradiciones para crear un sincretismo cultural propio de los pobladores de Cusco. 

Esto se observa en la celebración de la Cruz Velacuy (develación de la cruz), peregrinación al santuario del Señor de Qoyllurit’i (Señor de la Estrella de Nieve), Corpus Christi, Inti Raymi y Virgen del Carmen, entre otras festividades que se mantienen hasta nuestros días.

 

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Casa del gran cronista inca

Regresando al artículo ‘El Cuzco medieval’, el Ing. Otto von Buchwald nos dice textualmente: “El río Huantay sale al pie de Sacsahuaman y pasa por la calle Saphi-la raíz, donde yo vivía en la casa de Dn. Adeodato Nadal, frente del Convento de Santa Teresa y corría abierto hasta cerca de la plaza mayor”. 

Este paisaje urbano ha cambiado desde entonces, porque el canal que pasaba por la calle Saphi ha sido tapado tal como ha ocurrido con todos los canales originales de la época inca a través de los siglos.

También llama la atención la casa donde vivía el cronista inca Garcilaso de la Vega, también descrita por el Ing. Otto von Buchwald: “La casa debe haber cambiado muy poco desde el tiempo de Garcilaso de la Vega: era de cantería  y notable por tener los cuartos de un solo piso muy diferente nivel”. 

En 1978, el rey Juan Carlos de España hizo la entrega de un pequeño cofre  que contenía una parte de las cenizas de este insigne cusqueño, Garcilaso de la Vega, el cual reposa en la Catedral de la ciudad.

Ese es otro detalle singular de la ciudad del Cusco, antigua capital del imperio incaico, declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco en 1983 y que es sin duda uno de los destinos más vitales del Perú.