Si bien Bolívar es una serie biográfica, yo advierto que mi crítica es a la serie como tal, y le dejo a los académicos respectivos evaluar el nivel de veracidad de hecho o de ideología que pueda contener a nivel político o histórico. O por supuesto al aficionado del presidente Maduro, quien ya hizo un par de comentarios.
Tragedia, inspiración, confusión, tristeza, esperanza: Esas emociones y más forman parte de la paleta que usaron al pintar la figura histórica en esta obra de sesenta episodios, producida por Caracol TV para Netflix y escrita por la colombiana Juana Uribe.
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Tres actores distintos interpretaron al Libertador, que se nos reveló en sus etapas de niño, joven adulto y adultísimo, estos fueron Maximiliano Gómez, José Ramón Barreto y Luis Gerónimo Abreu, respectivamente. A Maximiliano Gómez le perdono lo poco interesante que el mismo guion hacía su papel en toda la primera parte de la historia y para más no da la mención.
Por otro lado, José Ramón Barreto y Luis Gerónimo Abreu hicieron un trabajo destacable reflejando las excentricidades, convicciones y audacias, así como la sensibilidad necesaria para sus papeles. A pesar de esas similitudes de carácter, al principio cuesta sentir la continuidad en la transición del uno al otro, cosa que hace algo difícil adaptarse a Abreu después de tan carismática representación de José Ramón Barreto, su predecesor. Esto cambia diametralmente mientras se van desarrollando los rasgos más épicos que Abreu logra manifestar entre la ideología y la sangre, los hechos y la leyenda.
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Mientras lo que destaca de la producción es la excelente exposición de estos elementos extremadamente humanos, al mismo tiempo es un exceso de humanidad lo que parece llevarla a extender cotidianidades mucho más de lo disfrutable, no solo en la vida de sus figuras centrales sino incluso las secundarias.
Estas extrañas fluctuaciones se dan desde el comienzo, ya que los cuatro episodios del ya mencionado aburrido pequeño Simón son los que presentan la serie, teniendo estos casi ninguna influencia sobre la trama principal y dejando a uno con la pregunta de por qué no los dejaron meramente como un par de escenas de flashback más adelante y ya. Es más, casi todos los presentados en esa sección desaparecen para cuando aparece Abreu y un par tienen un ‘peor es nada’ por el final, como para que la audiencia no se confunda y piense que los habían visto en otro programa.
La dirección de arte es calidad pura y se lleva mis elogios, pues me logró inspirar aprecio por la estética de esos siglos que normalmente me aburren más rápido que un cuarto de mirada hacia un libro de Baldor.
Haciéndole competencia al mismo Bolívar tenemos a su amante, Manuelita Sáenz. Ella también es interpretada por tres actrices, pero la que se roba el escenario es ecuatoriana, experimentada en cine, teatro y televisión: Shany Nadan. La “Libertadora del Libertador” dentro de la serie, Manuelita está repleta de un empoderamiento contagioso, una fuerza mágica y una gracia irrefrenable tal, que cada vez que su esposo por conveniencia trataba de decirle “usted no es libre”, me encontraba riendo y ansioso por ver la manera en que ella lo pondría en su lugar.
La química entre Abreu y Sáenz fue innegable tanto en lo público como lo íntimo, las miradas cariñosas y los gritos posesivos. La manera en que se unen fue volátil y perfecta, la manera en que se despiden, desgarradora.
“Robó, pero hizo obras” es algo que decimos en temas bien serios, pero en cuanto a series, esta se merece el perdón por algo de desgaste aquí y allá a cambio de una maravilla histórica en su plena tragedia, gloria y calidad humana... y porque Barreto y Nadan se pasaron. (O)