La costumbre era firme: toda joven de Gualaceo que estaba por casarse debía dedicarse, primero, a tejer la macana que vestiría en su matrimonio. Para ello ocupaba de 3 a 4 meses de trabajo, ya que debía ser de un tejido fino y delicado. Pero si no tenía tiempo, o era guambra carishina, como suelen llamar en kichwa a las perezosas, podía “alquilar” a las tías para que le confeccionaran la prenda. Claro que después de la ceremonia se quedaba sin su vestido de novia, porque solo sería prestadito nomás y permanecía con la tía que lo confeccionaba, porque una macana tan fina no se regala ni a una novia y queda como un tesoro de la familia.