Malawi (África) tiene una de las tasas más altas de VIH (virus de inmunodeficiencia humana) en el mundo, y aunque el país ha logrado grandes avances en la lucha contra la epidemia, las trabajadoras sexuales siguen estando extremadamente expuestas. Estigmatizadas, a menudo víctimas de desprecio, exclusión y violencia –pero siempre en demanda-, ellas quedan al margen de la sociedad.

Las trabajadoras sexuales en Malawi tienen cinco veces más probabilidades de contraer VIH, enfermedades de transmisión sexual y embarazos no deseados que las mujeres en la población general. Sin embargo, en gran parte quedan fuera de la atención médica, incluyendo el diagnóstico y el tratamiento de VIH, y con frecuencia deben enfrentar el estigma y la discriminación del personal sanitario. Para poder realmente salir adelante de esta epidemia, el sistema de salud de Malawi deberá priorizar las necesidades de salud de las trabajadoras sexuales.

Un proyecto de Médicos Sin Fronteras (MSF) ubicado en dos distritos del sur de este país está ayudando a miles de trabajadoras sexuales a acceder a servicios de salud. Para aprovechar su propio conocimiento y experiencia, MSF emplea y capacita a trabajadoras sexuales como personal de salud comunitario, quienes llegan a las mujeres a través de redes discretas de confianza y confidencialidad, y las ayudan a obtener la atención que necesitan. Estas fuertes y poderosas mujeres están profundamente conectadas con su comunidad y participan activamente en la respuesta al VIH del país a través de alianzas de trabajadoras sexuales.

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A principios de 2019, estas mujeres compartieron sus difíciles experiencias de vida y elecciones personales que las llevaron a convertirse en trabajadoras sexuales, y permitieron a la fotógrafa belga Isabel Corthier seguir su vida diaria utilizando un enfoque documental inmersivo. (I)