Mucho se habla sobre las ventajas que ofrece el trabajo colaborativo en las instituciones: genera rentabilidad, promueve un buen clima laboral, gestiona adecuadamente los proyectos y sustenta el desarrollo.  Pero si el trabajo colaborativo es tan excepcional, ¿por qué no vemos su aplicación masiva en las empresas? ¿Acaso su adopción es un asunto muy complejo?

Para explicarlo, es necesario que hagamos foco en las personas sobre las cuales recaen todas las decisiones que abarcan la colaboración.  Alejandra Mustakis, presidenta de la Asociación de Emprendedores de Chile, afirma que “todos somos limitados, pero todos tenemos algo que aportar”.

Esta clave, que es importante para la comprensión del trabajo colaborativo, nos muestra que a pesar de las múltiples facultades que poseen las personas, también debemos considerar sus fragilidades. Estas, si no son debidamente dimensionadas, pueden producir fracturas en las relaciones internas que contaminan la cultura organizacional. 

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Síntomas de una cultura afectada por esta contaminación son el temor ante la necesidad de cambiar, los celos de los líderes al afrontar nuevos desafíos por temor a perder estatus o poder, y una organización dividida en ‘parcelas’, donde cada jefe reina a su manera.

Una empresa con estas características pierde la capacidad de reinventarse cuando las condiciones del mercado cambian, y muy probablemente se debilite hasta sucumbir.

Gestionar la colaboración no suele ser fácil en una cultura que está acostumbrada a buscar el éxito individual, aunque tampoco es una tarea imposible.

En una ocasión le pedimos a un grupo de ejecutivos que desarrollen ideas innovadoras para un problema en su empresa, y luego los dividimos en dos grupos.

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Al primero se le indicó que debían votar por una sola idea, con el fin de generar competencia entre ellos. En cambio, los integrantes del segundo grupo debían construir juntos una nueva propuesta.

Al finalizar el tiempo, los del primer grupo se encontraban frustrados, pues habían sido incapaces de llegar a consensos. Sin embargo, en el segundo grupo había satisfacción y regocijo fruto del trabajo colaborativo. Básicamente, todos habían sido parte de la solución.

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Para afianzar el trabajo colaborativo hay que empezar con proyectos que brinden resultados favorables a corto plazo, y al culminarlos, es necesario felicitar a cada una de las personas que aportaron en el logro.  Este reconocimiento en el marco de las nuevas generaciones es muy apreciado para generar emociones, retroalimentación y desarrollo. 

Por todo esto afirmamos que el trabajo colaborativo es el ámbito ideal para destacar el valor de la persona, desarrollar sus habilidades, elevar su dignidad y promover su capacidad de transformar la cultura en la empresa y la sociedad. (O)