Hoy los niños y los jóvenes son el tema del día, pero no por sus logros sino ante todo por la cantidad de problemas que tienen: uso de drogas, trastornos alimenticios, autoagresiones e intentos de suicidio. Los medios constantemente denuncian la crisis que tenemos en la familia cuando los protagonistas de la mayor parte de los problemas y los delitos son los adolescentes y los niños.

Lo cierto es que ahora menos del 40% de los hogares corresponde al modelo de “familia tradicional”, conformada por un papá y una mamá casados que crían juntos a sus hijos. Hoy son más comunes las familias formadas por una madre o padre solos que se reparten el tiempo con los hijos y menos los esposos que viven juntos en un mismo hogar.

Mientras que la tasa de matrimonios baja, las “uniones libres” y los divorcios aumentan. Se calcula que hay una ruptura por cada 1,78 enlaces, es decir, la relación ni siquiera es de uno a dos.

Por lo general, los matrimonios se terminan con menos de diez años de duración y por eso muchos hijos ya no tienen un modelo de lo que es una pareja comprometida a amarse de por vida.

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Esta situación da pie a mi reflexión: ¿A qué se debe la quiebra de la familia tradicional? ¿Por qué tanta inestabilidad en los matrimonios? ¿Será por falta de bienestar social y económico o de armonía en las uniones?

Aunque en muchos casos estas condiciones son parte del problema, no son la razón principal. Lo es la falta de tiempo, ese que ya no tenemos para la pareja, ese que le retaceamos a los niños, esos espacios de los que ya no disponemos cotidianamente para conversar y compartir la vida en familia. Los padres no tenemos tiempo para atender y disfrutar a los hijos; la profesora no tiene tiempo para ayudarles o escucharlos; la abuela no tiene tiempo para visitarlos.

Parece que no nos damos cuenta del precio que pagamos los padres, los hijos, los abuelos, los nietos y la familia por tener tantas cosas, oportunidades, viajes, actividades, aparatos, juegos… es decir, todo lo que se nos antoja, y por eso no tenemos tiempo para lo que más necesita nuestra familia: amor, presencia y ejemplo. (O)