* Pilar Caicedo Aspiazu, educadora

Desde ya algunos meses han sido noticia alrededor del mundo las constantes marchas y protestas de la violencia contra las mujeres. Luego de conversar con algunas mujeres sobre el tema, me sorprendió la percepción que se tiene de que nuestra sociedad no es machista.

Sí es cierto que las mujeres no deben salir solas en la noche, “pero eso no es machismo”. Sí es cierto que es mejor que las niñas usen falda y los niños pantalón, “pero eso no es machismo”. También pasa que cuando un hombre cuida a sus hijos o hace tareas de la casa (que también es de él) es ‘mandarina’, “pero eso tampoco es machismo”.

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Entonces la pregunta es qué es machismo, o será que en nuestra sociedad el machismo se ha naturalizado de tal manera que ni siquiera somos capaces de notarlo.

La Real Academia Española (RAE) define al machismo como la actitud de prepotencia de los hombres respecto de las mujeres. En otras palabras, es pensar que un hombre es superior a una mujer. Puede expresarse de forma sutil como pensar que una mujer debe vestirse de cierta manera, o formas más graves que llegan a la violencia contra la mujer.

Como resultado es común ver mujeres con acceso a un nivel inferior de educación que los hombres, trabajos a los que solo pueden acceder hombres, o mujeres que reciben un menor sueldo que un hombre, por realizar exactamente las mismas tareas.

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A nivel mundial se han lanzado campañas como #niunamenos o #metoo, que han permitido conocer una realidad que existe pero que preferíamos no mencionar. Estas campañas son muy útiles para hacer visible el problema y tomar medidas que acompañen a las víctimas. Lo más importante, sin embargo, es apuntar a los programas de prevención, y no hay nada más efectivo que la educación en el hogar.

Nosotros como ciudadanos comunes podemos hacer mucho. Podemos establecer roles positivos en nuestros hijos para marcar el cambio a la nueva generación. Podemos fomentar la igualdad de condiciones y oportunidades para nuestros hijos. Podemos trabajar en que la sociedad se vuelva más justa para todos.

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Les dejo unas recomendaciones sobre cómo trabajar este tema en casa con nuestros hijos:

  • No hagamos diferencias a la hora de establecer responsabilidades. Evitemos que la obligación de lavar sea para las mujeres y sacar la basura sea para los hombres. Es mejor que las tareas sean repartidas de forma equitativa, pues todos formamos parte de un mismo hogar.
  • Permitamos que los niños exploren con diferentes juegos. No hay nada malo que un niño juegue con las muñecas de su hermana, o que una niña juegue con los carritos de sus primos. Es la forma que ellos aprenden a relacionarse con otros, con su entorno y cada uno de estos juegos los lleva a un aprendizaje.
  • Cuidemos los cumplidos que les damos a nuestros hijos. Evitemos elogiar a una niña solamente por su belleza o delicadeza y a un niño solo por su valentía o fortaleza, por ejemplo.
  • Conversen sobre personajes que han influido positivamente, que sean mujeres y hombres. Esto les muestra que pueden lograr sus metas e ideales de igual manera.

Lo más importante, recordemos que los hombres sí pueden llorar y que algunas mujeres nunca sabrán cocinar.