Fuentes: metmuseum.org, agencias e internet.

En la década de 1890 el pintor francés Paul Gauguin (1848 - 1903), para cortar todo nexo con la civilización occidental, se exilió a Tahití, en la Polinesia francesa. Su propósito central era encontrar una motivación para su pintura, buscando plasmar más libertad y que esté alejada de los códigos morales, políticos y estéticos de la Europa civilizada. Fue durante esa estancia donde, además, conoció a Tehura, una joven indígena de la que se enamoró perdidamente. Ella lo inspiró en gran parte de las obras que logró producir.

Esa búsqueda de la libertad y lo absoluto sirvió como materia prima a Edouard Deluc, para recrear cinematográficamente Gauguin: viaje a Tahití. El filme es protagonizado por Vincent Cassels, Tuheï Adams, Malik Zidi, entre otros.

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Se estima que surgieron 66 lienzos y un buen número de esculturas. Lo demuestran, por ejemplo, La siesta (1892-94), en la que la gracia no afectada y la facilidad comunal de las mujeres tahitianas impresionaron enormemente a Gauguin; Dos mujeres tahitianas (1899), fue cuando Gauguin concluyó su trabajo en la isla; allí se enfocó cada vez más en la belleza y las serenas virtudes de las mujeres nativas; o Mujeres de Tahití bañándose (1892), el artista soñó con un paraíso terrenal donde podía “escuchar el silencio de las hermosas noches tropicales”.

Las pinturas tahitianas del posimpresionista Gauguin lograron forjar en Occidente un imaginario de los mares del sur como territorio para el escape y la recuperación de un paraíso perdido que poco se correspondía con la experiencia real de un artista que quizá aprendió que un individuo puede alejarse de todo, menos de sí mismo.

Deluc, partiendo de Noa Noa, propone un biopic que intenta condensar una existencia en un escueto pero trascendente periodo del artista: entre abril de 1891 y agosto de 1893. El libro, escrito por el mismo Gauguin a su regreso de su primer viaje de Tahití, fue considerado escandaloso, ya que cuenta su relación, a los 43 años, con una niña de 13. Pero sobre todo, cada página de ese diario resulta una lectura apasionante en la que se alternan abundantes y curiosas anécdotas, perspicaces y pictóricas descripciones del paisaje, una admirativa observación del alma de aquel pueblo y una síntesis de la sugestiva mitología maorí.

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El director
Fue en Tahití donde Gauguin recuperó su estilo primitivo a través del exotismo, aspecto que rescata Edouard Deluc. “Mi interés vino de mi primer encuentro con Noa Noa. Es una aventura de una poesía increíble, sobre los misterios de la creación, del amor por tierras lejanas, de la dedicación absoluta al arte, de la necesidad de crear una obra. Pero también es una historia sobre amor y libertad”, dice el cineasta francés.

El artista se adentró en la selva, haciendo frente a la soledad, la pobreza, la enfermedad. “Gauguin es un personaje extraordinario, que persigue un sueño hedonista, que quiere deshacerse de todas las convenciones, reconectarse con la naturaleza “salvaje”, un impulso que ya lo había llevado a Bretaña, Panamá, a Martinica, para poder encontrar a sus musas, a su Eva Primitiva, la mujer que lo hará distinguirse. En 1891 hace un gesto que es tan sacrificial como poderoso. Se va de París a Polinesia, donde pinta con furia, pero se enfrenta a una indiferencia general, obras maestras que son un punto de giro en su trabajo, que van a influenciar a los fovistas y a los cubistas, y marcarán un legado del arte moderno”, dijo el director en una entrevista en elespectador.com.

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Tomando ciertas licencias y adaptaciones libres, Deluc manifestó que “la idea de solo ‘interpretar’ a una persona no me interesaba. Quería hacer una película de aventura sobre Gauguin, un western, como en las escenas del viaje en que él monta a caballo en el interior de la isla, o cuando llega de noche al pueblo de Tehura, acompañado del sonido de los tambores”.

El actor
Las primeras escenas del filme de Edouard Deluc muestran a un Gauguin harto de los vicios de la vida parisina. En medio de una ronda de whisky en el burdel, Paul confiesa ante sus amigos que París ya no le ofrece rostros o paisajes dignos de ser retratados en sus pinturas. Por eso decide dar una vuelta de timón en su vida y exiliarse en la isla de Tahití, donde no deberá depender exclusivamente del dinero ni los bienes materiales para sobrevivir.

El actor francés Vincent Cassel se mete en la piel del posimpresionista, cuando este, ahogado económicamente y en busca de un nuevo sentido a su vida y su arte, abandona a su familia y se muda a Tahití, cuya furia creativa no fue apreciada por el público y la crítica de su país natal. “La película refleja totalmente un periodo crucial de su vida. Es el momento en que revoluciona la pintura. Está convencido de que lo está haciendo, pero es el único que lo piensa, y a pesar de todo, de estar perdiéndolo todo, sigue creyéndolo, y eso es una prueba de carácter increíble”, sostiene Cassel.

Sobre la relación entre Gauguin y Tahura, el actor dice: “Quiénes somos nosotros para juzgar a nadie. Hay que poner esto en el contexto de la época. Es algo que sucedía, incluso por parte de los nativos de la isla. Es muy difícil juzgar en general, y sobre todo a un artista cuando debes interpretarlo”.

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Cassel bajó de peso, se puso dientes postizos para mostrar el deterioro físico del pintor y en su acercamiento al rol redescubrió de paso la pintura. “Me permitió apreciarla desde un plano muy amplio. Yo no tuve mucha educación al respecto. Cuando iba a ver una obra lo hacía un poco desde el exterior, y de golpe el haber aprendido el porqué y el cómo de la pintura de Gauguin me hace hoy mirar a otros pintores con mucho más interés”, explicó. (A. C. J.)