Antes de empezar, tengo que hacer una confesión: no he visto ninguna de las versiones anteriores de Nace una estrella. Ninguna. Ni la de Barbra Streisand, ni la de Judy Garland, ni la original de 1937 con Janet Gaynor. Para el autor de esta nota, por lo menos por ahora, no existe otra Nace una estrella, solo esta protagonizada por Lady Gaga y Bradley Cooper, quien también la dirige.

La historia que aquí se nos cuenta es la de un gran y trágico romance que acompaña a los dos protagonistas que, a pesar de amarse profundamente, van en distintas direcciones. Él está en el ocaso de su carrera, ella está en pleno ascenso. Y en medio está la vida, esa vida cruel e irónica que da y que quita al mismo tiempo.

Bradley Cooper da vida a Jackson Maine, un cantante de country rock, abrumado por sus demonios, los mismos demonios que lo han llevado a abusar del alcohol y al mismo tiempo a construir su carrera. Una noche, luego de un concierto, decide parar a tomar otro trago en un bar, donde conoce a Ally (Lady Gaga) interpretando una alucinante versión de La vie en rose de Edith Piaf. Ellos hacen contacto visual, conversan, van a otro bar, se ven envueltos en una pelea, conversan más, ella le habla de las letras de sus canciones, sus miedos, el rechazo que ha sufrido por su imagen. Y así, como ocurre en las películas, se enamoran. Y nosotros lo creemos.

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Durante uno de sus conciertos, Jackson invita a Ally al escenario y juntos cantan un tema  escrito por ella. Es una de las escenas memorables de la película, y quien no se conmueva con la interpretación de ambos, sencillamente no tiene corazón. El momento queda registrado y se hace viral a través de YouTube. Este es el momento definitivo en el que la carrera de Ally empieza a despegar, un mánager la ve y la convierte en una estrella del pop.  Y mientras más alto ella va llegando, más bajo Jackson va cayendo.

Bradley Cooper en su debut como director nos trae una película muy íntima, que contrasta con las grandes multitudes que siguen a Jackson primero y a Ally después en sus conciertos. Es que al final, esta es una historia de personajes que sufren, que triunfan, que se alejan, que se acercan, pero sobre todo, que se aman. Los primeros planos exacerban las emociones de los protagonistas y nos obligan a mirarlos, a entenderlos.

Lady Gaga actúa con una sutileza que poco tiene que ver con su extravagante imagen en el mundo del pop, y sus números musicales son grandiosos. Ella tiene una gran voz y aquí tiene más de una ocasión para lucirla y esos momentos llegan a ser estremecedores. Es innegable la emoción que puede generar la música y Nace una estrella es un claro ejemplo de esto. Pero no solo Gaga brilla. Bradley Cooper logra también una actuación destacada y desgarradora. Es un personaje trágico, marcado por el destino, pero profundamente sensible y talentoso. Su amor por Ally es genuino, pero sus demonios son muy profundos.

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La cinta no es perfecta. Tiene un bajón en la segunda mitad, justo cuando Ally está conquistando el mundo del pop. Aquí la historia cae en uno que otro cliché que molesta, pero se recupera hacia el final, y lo hace con fuerza. Cuando la película termina nos sentimos conmocionados. Y eso es lo que predomina. Sin duda, Nace una estrella es uno de los grandes romances del siglo XXI.  (O)

ojosecosec@gmail.com

Cuando la película termina nos sentimos conmocionados. Y eso es lo que predomina.