Su hijo necesita una vida de hogar estable y segura, con disciplina consistente y afectuosa y también supervisión constante mientras sea pequeño (preescolar). Todos los que se interesan por su hijo deben ser un buen ejemplo y estar de acuerdo con las reglas que se espera que obedezca, así como la respuesta que se va a utilizar si desobedece.

Siempre que rompa una regla importante, debe ser reprendido inmediatamente de manera que entienda exactamente lo que hizo mal. Los niños no saben las reglas de la casa hasta que se las enseñan, de manera que esta es una de las responsabilidades de educación importantes que debe desempeñar.

No se alarme

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Es normal que los niños pequeños muestren estas conductas, asevera la psicóloga clínica Toyi Espín de Jácome. Después de todo, su hijo está explorando un mundo desconocido. Puede pasar en el jardín de infantes, en el parque, en una fiesta infantil. Es necesario que usted oriente estas conductas para que ellos sepan cómo deben aflorar sus emociones, aprendiendo a controlarlas y a reemplazarlas por otras. “Si está en un parque, jugando con otros niños de su edad, y grita porque no le dan la pelota, enséñele la importancia de compartir en el juego y las reglas que este tiene, ayúdele a ser más tolerante”.

¿Qué medidas debo tomar?

Cuando estas conductas son consecutivas y trascienden a lastimar a otras personas, habrá que descubrir e investigar las causas, buscando asesoría con un profesional. Podría ser que los niños y niñas no están durmiendo bien y esto hace que permanezcan irritables y de mal humor. La solución es hacer que duerman las ocho horas necesarias. Las estrategias varían de acuerdo a la situación y con ayuda de un asesor en el área psicológica.

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¿Debo apartarlo de otros niños?

Algunos niños, continúa Espín, persisten en sus conductas agresivas porque se sienten muy frustrados, esto origina que sean rechazados o excluidos por el grupo. “Si la situación se torna muy conflictiva y agresiva, sí se debe separar a los niños que presentan estas conductas, para tratarlos a solas en un lugar apartado”. Hable con ellos de forma individual, averigüe las causas que lo llevaron a reaccionar de tal manera y recuérdele las normas de buen trato a los demás, así como las reglas para jugar y socializar con otros niños y niñas de su edad.

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Esto no se logra a partir del mal comportamiento. Los padres, recuerda la especialista, deberían haber establecido de antemano reglas en casa, y repasarlas antes de salir.

¿Cuándo acudir a un profesional?

Si en la semana su hijo reaccionó violentamente de tres a cuatro veces, entonces amerita visitar al psicólogo, quien hará evaluaciones y entrevistas para intervenir en el caso.

Muchas son las causas de las conductas agresivas en los niños y niñas. Espín cita trastornos neurológicos y problemas emocionales derivados de relaciones conflictivas entre los padres. Los episodios que se presentan en el colegio pueden deberse también a trastornos de aprendizaje.

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Ayude a los niños desde pequeños (preescolares) a orientar y canalizar sus emociones, enséñeles la importancia del autocontrol, de ser tolerantes ante la frustración.

¿Cómo enseñar autocontrol?

La Academia Estadounidense de Pediatría (AAP) recomienda instruir a los niños a decir ‘no’ en un tono de voz firme, a volver la espalda a la situación que los descontrola o a buscar arreglar las cosas con algún compromiso en lugar de pelear con su cuerpo.

A través del ejemplo, muéstrele que resolver las diferencias con palabras es más efectivo y más civilizado que hacerlo con violencia física.

Elogie el comportamiento correcto y ayúdele explicándole lo ‘maduro’ que se está comportando siempre que usa estas tácticas en lugar de pegar, dar puntapiés y morder.

Refuerce y elogie su comportamiento cuando demuestre bondad y amabilidad.

Utilice los tiempos fuera, incluso con niños de un año de edad. Como último recurso, pídale que se siente en una silla o que vaya a un lugar en donde no haya distracciones; lo está separando de su mal comportamiento y le está proporcionando tiempo para calmarse.

Explique brevemente a su hijo lo que está haciendo y por qué, pero no le dé sermones largos. Cuando los niños son pequeños, los tiempos fuera terminan tan pronto se calman. Su hijo aprende que tiempo fuera significa “callado y quieto”.

Una vez que aprenden esto, es ideal imponer un minuto de tiempo fuera por cada año de edad de su hijo, de este modo un niño de 3 años debe tener un tiempo fuera de tres minutos. Al terminar el tiempo fuera, debe haber un tiempo dentro, mientras le proporciona mucha atención positiva cuando hace lo correcto. Siempre observe su propio comportamiento cuando esté cerca de su hijo.

El ejemplo de los padres

Una de las mejores maneras de enseñarle al niño sobre el comportamiento adecuado, dice la AAP, es controlar su propio temperamento. Si expresa su ira de manera silenciosa y pacífica, probablemente su hijo siga su ejemplo.

Si debe disciplinar, no se sienta culpable por ello y no ofrezca disculpas. Si detecta sus sentimientos encontrados, él o ella pueden convencerse de que todo el tiempo tuvieron razón y que usted es el ‘malo’.

Aunque disciplinar a su hijo nunca es placentero, es una parte necesaria de la crianza y no hay razón para sentirse culpable por ello. Su hijo debe comprender cuando está equivocado, de manera que asuma la responsabilidad de sus acciones y acepte las consecuencias.

La psicóloga Espín enfatiza que los padres deben ofrecer un ambiente de paz en el contexto familiar. “Busque ser un modelo de padre que los niños y niñas deseen seguir. Ponga reglas y límites como parte de la formación del carácter. Sea firme con lo establecido, pero también lleguen a acuerdos entre ambos padres para decidir cuáles son los parámetros”.

La agresividad va a la escuela

Según el Instituto de Estadística de la Unesco (IEU), casi un tercio de los adolescentes del mundo han sufrido acoso escolar recientemente, en todas las regiones y en países con diferentes niveles de ingreso.

El IEU se basó en la Encuesta Mundial de Salud Escolar, que valora el bienestar físico y emocional de estudiantes de 13 a 17 años, y en el Estudio sobre conductas relacionadas a la salud en niños en edad escolar (11 a 15 años).

¿A quiénes afecta más el acoso? Según los datos globales, los niños corren un riesgo ligeramente superior (32%) a las niñas (28%). Pero podría ser que esto cambie pronto. En los diez países donde se reporta el mayor número de incidentes de acoso, la mayoría de las denunciantes fueron niñas.

La condición socioeconómica también tiene peso. Los ingresos, el tipo de empleo y el nivel educativo de los padres son el factor de previsión más fiable. Entre las familias más pobres, dos de cada cinco jóvenes sufren de acoso escolar. Esto se reduce a uno de cada cuatro en familias ricas.

Los niños y adolescentes inmigrantes tienden a ser más vulnerables al acoso escolar que sus compañeros nativos. Los datos no abarcan violencia sexual ni violencia de género.

Aunque las cifras vienen, sobre todo, de Europa y América del Norte, también hay datos de nueve países latinoamericanos, como aporta Amy Otchet, jefa de Comunicaciones y Publicaciones del instituto. Desafortunadamente, agrega, en la región no hay seguimiento y tampoco detalles sobre el estado socioeconómico y migratorio de los estudiantes.

Argentina registró en 2012 el 24,5% de estudiantes afectados. En ese mismo año, en Bolivia hubo el 30,2%. Chile estimó en 2013 el 15,1%. República Dominicana reflejó en 2016 el 24,3%. De una docena de países, entre los que está Ecuador, no consta información.

Ante los niveles de discriminación socioeconómica y migratoria, Espín reflexiona en la necesidad de erradicar este comportamiento en los adultos. “Dejemos de ser agentes de exclusión, y pasemos a la inclusión. Que nuestros hijos e hijas puedan seguir ese ejemplo”.

Ayudar a los inmigrantes con acciones puntuales servirá de puente de unidad y sensibilidad entre niños, niñas y adolescentes. Por ejemplo: integrar brigadas de apoyo a las personas que salen de sus países. “Tenemos muchos venezolanos asilados en Ecuador. Facilitemos utensilios materiales y económicos para darles una mejor atención”. No hable mal de los inmigrantes, aunque sus hijos no estén presentes.

“De los padres también depende que los hijos mejoren en sus relaciones con los demás y haya sensibilidad para los más desprovistos e indefensos”.