Es viernes al mediodía, el sol incendia el asfalto en Guayaquil. El calor golpea con violencia, poco duró la temporada templadita en esta parte de la costa.

Dos jóvenes caminan por la ciudadela Albatros en bermudas y zapatillas. Es la opción más fresca para este momento y para recorrer un par de cuadras.

Cruzan el parque y tocan el timbre de una casa con dos tejaditos de paja. Se introducen: “¿Podemos conocer la historia de los sombreros?”. Alejandra Lecaro los saluda alegremente en español, inglés y francés. “¡Mi amigo es alemán!”, dice uno de los muchachos. “Hallo!”, ella le responde entonces sonriente.

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Esta escena es muy común en el taller y showroom de sombreros de paja toquilla Ecua Andino, ubicada en el norte de Guayaquil. Son una de las artesanías más exclusivas del país, gracias a su calidad y a una mano de obra que ha perpetuado la técnica desde orígenes muy remotos. Llegar a la galería por tanto se convierte en una experiencia más allá de la compra. La historia y el ritual de fabricación de cada pieza envuelven a quien pisa ese sitio.

El extranjero visitante de ese día incluso no escondió su admiración por unos modelos guardados en un estante de vidrio, como un niño curioso que pide permiso. Son los diseños de la línea Don Belisario, un producto premium de tan elevada calidad que el sombrero no se siente áspero al tacto, como normalmente se palpa a los artículos de paja, sino que se percibe casi como una gamuza. Cualquiera puede ir a comprobarlo (y comprarlo).

Experiencias toquilleras

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Esta suerte de tienda-museo es uno de los grandes atractivos de la marca que abrió ese espacio hace aproximadamente 20 años.

Pero en el mediano plazo, el gran objetivo de sus propietarios Alejandro Lecaro y Édgar Sánchez es levantar un verdadero museo, de tipo vivencial, al frente del showroom. La idea es que el turista experimente la transformación de la paja toquilla hasta convertirse en un sombrero.

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Una propuesta similar de forma itinerante celebró Ecua Andino hace un mes en el parque al pie de su planta. Allí levantó mamparas con fotografías explicativas sobre la plantación, cosecha y tratamiento de la toquilla, la Carludovica palmata, que solo crece en los territorios cercanos a la cordillera Chongón Colonche. Y en Guayaquil, solamente brota en ese pequeño parque de la ciudadela Albatros desde hace 5 años.

“No existe en el mundo un lugar de la zona urbana que tenga tal concentración de paja toquilla como nuestro parque”, alaba Lecaro, uno de los cofundadores.

Recorrido histórico

Este matrimonio entre turismo y negocio dentro de Ecua Andino no es desconocido, tiene varios años, aunque posea un perfil bajo. Pero es su mayor fortaleza.

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Tal vez pocos lo recuerdan, pero el turismo fue el primer oficio de Lecaro. “Trabajé como guía turístico desde que me gradué del colegio Alemán. Mi pasado de guía turístico se extendió por 20 años, con la agencia Ecuandino Planet, incluso con mi hija (Alejandra), que estudió turismo en la Espol”.

La influencia de las dos profesiones impulsó a crear el tour del ‘panama hat’, un recorrido desde el hábitat natural de la paja toquilla, avanzando hasta los poblados Barcelona y Sinchal (Santa Elena), donde se cocina la planta. “Los toquillales ahora están más cerca de la carretera, pero antes teníamos que adentrarnos en burro y donar nuestra sangre a las garrapatas”, bromea Lecaro sobre esas aventuras.

Uno de los primeros forasteros en sumergirse en esas plantaciones legendarias, hace más de 15 años, fue el equipo de la revista The Hat Magazine, una publicación inglesa especializada en la industria y el comercio internacional del sombrero. “Luego invitamos a las principales guías de turismo de Guayaquil por medio del Municipio, también a periodistas y guías extranjeros”.

Ahora el tour se ha sintetizado en sus oficinas. Aunque si se los contacta con anticipación, Ecua Andino prepara la miniexcursión en el parque, trayendo a sus tejedores nativos acompañados de un guía turístico.

Mientras tanto, las ambiciones de una exhibición fija dedicada al sombrero siguen fascinando a Lecaro. “Mi sueño también es levantar un monumento al ‘tejedor desconocido’. Siempre se habla del ‘soldado desconocido’ en Londres, París, Washington, para recordar al soldado caído en batalla con una llama encendida”, explica el empresario.

“Quiero darle este tributo al tejedor desconocido, es fundamental levantar la historia del sombrero que es más antigua que Ecua Andino. Se han encontrado figuras de barro de hace 3.000 años que dan a conocer que ya se usaba sombrero en esta región. Es nuestra identidad”. (G. Q.)