Como homenaje al grupo de teatro guayaquileño Sarao por cumplirse 30 años desde su creación, el Estudio Paulsen ha ofrecido su espacio para presentar la obra emblemática que la agrupación teatral tenía reservada para la ocasión: Crónica de luto cerrado (bueno… no tan cerrado). Estrenada hace 25 años, esta pieza de teatro nos llega hoy como un baldazo de enorme potencia y actualidad, junto a actores y actrices magnéticas, para burlarse del miedo a la muerte en compañía de los espectadores, y sumergirlos en un viaje.

Los actores irrumpen en el espacio fuera de escena y matan nuestra espera por ver la obra comenzar. Con la intromisión de mezclarse con nosotros, nos hacen una especie de introducción. En ese reconocimiento y preámbulo nos vuelven suyos desde el inicio. El convivio teatral se goza desde antes de que la acción empiece.

El trabajo de los actores es magistral, porque muestran sus múltiples facetas como cantantes líricos, destrezas físicas, bailarines, músicos... para recordarnos que el actor es un artista completo y que se forma alimentándose en el dominio de varias artes.

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En esta oportunidad, los actores que protagonizaron Crónica de luto cerrado, en orden de aparición son Andrés Vivar, Denniss Boza, Daniel Ortega, Fanny Herrera, Tomás Sandoval, Adrián de la Cruz y Hanoi Mueckay, a quienes tengo que reprocharles una sola cosa: ¿Dónde andaban metidos? Su trabajo es admirable y nos recuerda lo difícil de ser buen actor/actriz y que toma años de formación profesional. La sensación que nos dejan estas actuaciones es de entrega absoluta.

La dirección por supuesto está muy bien lograda, la misma que estuvo a cargo del afamado Lucho Mueckay, quien miraba como a su propio hijo la obra que sucedía frente a nuestros ojos.

En este trabajo escénico se pone de manifiesto que para abordar algo que nos concierne a todos, escapando de cualquier pacto con el contorno comercial, no se necesita de un tipo teatro que haga doler o del masoquismo, sino de una buena dramaturgia creada sin miedo y no de una que infunde miedos.

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Somos partícipes de un juego lúdico interesante, poético y por ende que rompe con los muchos esquemas que llevamos encima con respecto a cualquier temática y obviamente, sobre el teatro que hemos estado consumiendo. Lo que en ocasiones la hace convertirse en una propuesta sublime.

Alguien ha fallecido y aparecen sus allegados –personajes diversos– para repasar en el lecho de la muerte todo lo que nos caracteriza como guayacos. Con el toque kitsch, lo delirante de los decorados y comportamientos guayacos se expresan envolviéndonos e identificándonos de manera única. El humor de lo absurdo no falta, tampoco las extrañas situaciones y alguna que otra sorpresa: pasamos por todas las emociones. El delirio es una situación que va in crescendo hacia un lugar de mayor fuerza, para nuclearse en un final memorable y catártico.

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La obra se desarrolla utilizando todos los espacios y sus elementos. El montaje escénico es impecable. La producción estuvo a cargo del director ejecutivo del Paulsen, Marlon Pantaleón, quien también ha demostrado un gran trabajo de gestión en materia de teatro en los últimos meses.

Este trabajo melodramático y trágico-cómico que muestra la fatalidad con tono desopilante, estará hasta hoy en única función a las 19:00. Asistan con tiempo, si pueden todos de negro a ver este luto de posibilidades abiertas, con colada morada y cuadros muy vivos. (O)

@_Mercucio_
ojosecosec@gmail.com