Thalía Cabezas lleva en la sangre la pasión por la conducción de vehículos. Desde su infancia, ella acompañaba a su padre en sus rutas de manejo de cabezales cargados de contenedores y buses de transporte público.
Desde ese entonces, le contaba a su padre sobre su deseo de replicar su ejemplo de conductor y manejar articulados de la Metrovía.
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A los 14 años, él la guio para que aprendiera a manejar buses y así luego consiguió profesionalizarse dentro de la actividad de conductora.
A inicios de su carrera, Cabezas incursionó durante cinco años en la conducción de articulados de la Metrovía, en la troncal que conecta la terminal Río Daule con el Guasmo, y además estuvo un año involucrada en el movimiento de contenedores con grúas en el puerto de Posorja.
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Ahora, la guayaquileña de 29 años lleva un año en las labores de operadora de mixer (mezcladora) en la empresa Holcim. Su labor principalmente se concentra en el traslado de hormigón desde la planta de concreto de San Eduardo hacia distintos puntos de la urbe donde se ejecutan obras.
En la planta, pese a su labor en terreno, ella mantiene su uniforme intacto, con una camisa reflectiva, casco, gafas y botas especiales.
A diario, esta conductora realiza entre tres y cinco traslados de hormigón desde la planta hacia distintos sitios de la urbe.
En cada sitio de entrega, sigue una serie de protocolos para aplicar la descarga del hormigón que puede implicar de veinte minutos a dos o tres horas, dependiendo de la obra.
“Es algo nuevo y novedoso, siempre se ve como un trabajo para hombres, pero nosotros somos fuertes, podemos hacer lo mismo que los hombres. Hacemos una labor importante, más que todo con seguridad”, dice.
En sus traslados, ella cuenta que además procura mantener la filosofía de manejo a la defensiva y varias prácticas, como tener una distancia de siete segundos con otros automotores y observar cada tres segundos por los retrovisores para estar pendientes de movimientos de peatones y así evitar accidentes.
Como puntos claves, ella indica que procura ser responsable y cuidadosa, tanto de que el hormigón se mantenga con su asentamiento (consistencia) y fluidez adecuada como en tener limpio el mixer.
“Al momento de bajarse del mixer, nos ven los residentes de obras y dicen: ‘Wow, ¿usted maneja ese carro?’. Cuando estamos en obra los hombres son más sociables, atentos; cuando son vaciados directos tenemos que poner canalones y a veces los obreros nos ayudan”, refiere la trabajadora, quien se siente admirada por su labor en estos sitios.
Como retos, ella apunta que en la incursión en los sitios de obra siempre se topa con riesgos que se van superando con el paso del tiempo, como subir zonas de lomas y ubicar la unidad en espacios angostos.
“No es solo de llegar, hay lugares pequeños, angostos, debe cuadrarse bien. La gente regularmente piensa que el conductor es un hombre y cuando me bajo se sorprenden de que es una mujer, a uno le da orgulloso, yo me siento admirada por la gente que nos mira”, dice Cabezas, quien comparte la labor de conducción con su esposo, quien también es chofer de recolector de Urvaseo.
A futuro, esta madre de dos niños (de 10 y 8) y una niña (de 6) aspira a estudiar para obtener un título relacionado con temas de logística en transporte terrestre.
En su hogar, entre sus hijos, sobre todo la más pequeña, se sienten orgullosos de ella y también le replican su deseo de seguir su ejemplo en el manejo de vehículos de carga. “Me da gusto, sí me gustaría si siguen mis pasos”, dijo. (I)