Durante esta semana, la Iglesia católica desarrolla el VIII Sínodo Arquidiocesano de Guayaquil, bajo el lema “Por una iglesia sinodal: comunión, participación y misión”.

El VIII Sínodo Arquidiocesano es un ejercicio de corresponsabilidad ciudadana y de búsqueda del bien común que trasciende lo religioso. Se convierte en un espacio de diálogo y construcción colectiva que busca mirar el futuro con esperanza.

La Iglesia de Guayaquil tuvo un sínodo por última vez en 1998. Esta nueva edición, según la curia, marca un hito en la vida eclesial y social de la urbe.

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En el Sínodo se da la convocatoria de fieles católicos y además se vuelve un espacio de reflexión y diálogo con la sociedad. El encuentro involucra a laicos, diáconos, sacerdotes y consagrados, en corresponsabilidad con obispos.

En esta oportunidad, el evento propone revisar estructuras, fortalecer la misión evangelizadora y responder a los desafíos culturales, digitales y sociales del actual tiempo.

En el encuentro se han desarrollado mesas plenarias para profundizar en tres grandes desafíos que buscan dar forma a una iglesia sinodal y cercana a la sociedad.

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Los objetivos son fortalecer la comunión y la participación de diversas vocaciones, carismas y servicios en la misión evangelizadora, desarrollar una pedagogía de la escucha, el discernimiento y la toma de decisiones, iluminada por la Palabra de Dios, la tradición y el magisterio; y además crear y fortalecer estructuras que hagan posible una verdadera vivencia sinodal, aplicando el método de la conversación espiritual como estilo de vida eclesial y comunitario.

El anterior lunes 25 se dio la inauguración del encuentro con una misa presidida por el nuncio apostólico en Ecuador, monseñor Andrés Carrascosa. La cita seguirá hasta este jueves 28.

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En su sesión inaugural, el cardenal y arzobispo de Guayaquil, monseñor Luis Cabrera, resaltó que la tarea más importante en esta etapa del sínodo será transformar en acciones y recomendaciones concretas las respuestas recogidas en una primera fase.

De nosotros depende ser canales de gracia o muros de obstáculo, puentes de salvación o barreras que oscurecen el camino. Es hora de decir a los pesimistas y apáticos que Dios sigue obrando de una manera sencilla a través de quienes creen, esperan y aman con todo su corazón”, expuso el cardenal.

El cardenal también invitó a recorrer esta etapa “con mente y corazón abiertos” a las mociones del Espíritu Santo, y a responder con alegría, valentía y generosidad a lo que “él nos pida para el bien de la iglesia y de la sociedad”.

Entre los frutos que se esperan del VIII Sínodo constan una iglesia más participativa, consejos pastorales y económicos fortalecidos, renovación en la formación y misión, diálogo abierto con la sociedad y otras tradiciones religiosas, y un compromiso concreto con los excluidos. (I)

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