La espiritualidad y el carisma que profesa la Orden de San Agustín está presente en Guayaquil desde hace más de 400 años.

Su labor incansable por los más necesitados y por la comunidad guayaquileña se ve reflejada en las actividades que se ejecutan a través del templo de Luis Urdaneta y Pedro Moncayo, en el centro porteño.

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El nombre de la comunidad religiosa toma fuerza en la ciudad, el país y el mundo tras la elección de Robert Prevost como nuevo pontífice. Prevost, ahora León XIV, está profundamente ligado a la misión y legado de los agustinianos. Es el primer agustino en dirigir la Iglesia católica.

San Agustín, a quien se lo considera el fundador espiritual, escribió una regla, que hasta ahora se mantiene y que los agustinos siguen como norma de vida, y es que el fin y fundamento por el que se han reunido en comunidad es para amar a Dios y al prójimo.

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El fray Carlos Urbina, quien fue párroco de la iglesia San Agustín en Guayaquil y ahora es superior de los agustinos en el Ecuador, destaca que es una de las ciudades en las que la labor de la orden se mantiene vigente y con fuerza.

El Puerto Principal es una de las cinco ciudades en donde hay presencia de los agustinos en el país. Quito, Latacunga, Ibarra y Chone son las otras jurisdicciones en donde están desplegados 22 sacerdotes.

Urbina cita que los agustinos se han caracterizado por la vida comunitaria que implica la acogida fraterna, el diálogo, la escucha, la preocupación por los demás y el servicio. De hecho, eso se ha evidenciado en la ciudad con la entrega de una ración de alimento a los más vulnerables.

“La gente, seguramente, ha podido saborear un poco de este espíritu, de este carisma y la cercanía también de los sacerdotes hacia nuestro pueblo”, manifiesta Urbina, quien señala que san Agustín también figura como uno de los patronos de Guayaquil.

Desde hace 12 años, la comunidad religiosa en la ciudad entrega alimentos a personas en condición de mendicidad, que duermen en aceras o bajo puentes. La iniciativa la impulsó el padre Wilson Malavé.

El fray Wilson Posligua, rector de la Unidad Educativa San Agustín, ahora es el encargado de la obra social Señor de la Buena Esperanza.

“Nos hemos empeñado en aportar todos con nuestro tiempo, con nuestro granito de arena y servir a ellos”, indica.

En Guayaquil, los agustinos pasaron peripecias para asentarse hace 400 años. El convento de la orden que quedaba en donde ahora funciona la Biblioteca Municipal se quemó tras incendios. Finalmente, se instalaron donde ahora está levantada la iglesia reconocida del centro porteño y a donde acuden cientos de fieles.

A este templo se suma la ampliación de la misión de la orden en la ciudad en el ámbito educativo que, a decir de Posligua, alimenta el alma. Los agustinos tienen a la Unidad Educativa San Agustín para seguir esa vía. El plantel fue fundado en marzo de 1958 por el padre Vicente Cadena, superior del convento de San Agustín de esta ciudad.

“A los niños y a los jóvenes de nuestra unidad educativa transmitimos los valores cristianos, humanos, agustinianos. Los hacemos hombres y mujeres de servicio a la sociedad”, remarca.

Entre las labores que fortalece día a día la comunidad religiosa presente en Guayaquil está la cercanía con los fieles. Posligua indicó que los agustinos se sientan en el confesionario todos los domingos y todos los días del año, cuando lo pide la gente para confesar y escucharlos.

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“La escucha, como nos decía el papa Francisco, es importante. De esta manera se los atiende también en esta hambre espiritual que ellos tienen“, un consejo, una asesoría y también servimos en la educación”, manifiesta el padre.

Ahora, con la designación de León XIV, se espera que más jóvenes se animen a ser agustinos para que esta comunidad crezca en la ciudad y el país.

“Estamos con las puertas abiertas, tenemos nuestra casa de formación en Quito y estamos dispuestos a recibirlos”, asegura Posligua. (I)